miércoles, 17 de diciembre de 2014

Vuelve a soñar, niña tonta

Volviste a soñar, niña tonta; te quedaste dormida y volviste a soñar con ese príncipe azul tuyo, ese desconocido inexistente al que adulas; con su caballo, su traje y su código de caballería.

En la frente llevas tatuado Julieta, pero niña, no habrá Romeos esta vez. Esta vez no. No habrá Romeos que te amen y mueran por ti, pequeña, no busques en la realidad lo que solo tiene lugar en cuentos. Malditos cuentos. No hay de eso para ti.

Buscas refugio en las manos toscas y el paquete erecto de algún hombre sin nombre, sin rostro; cada noche en algún aseo. Buscas refugio en los billetes que vienen cada vez que te reclinas sobre aquella barra.
No existe ese amor para mujeres de tacón alto y fino, de labios rojos y ropa más bien chica. No existe ese amor para alguien como tú, nira tonta.

Vuelve a dormir, pequeña boba, vuelve a soñar y haz real lo imposible, duerme abrazada a la almohada, símbolo de aquel amor de instituto, inocente. Imagina su hogar. Sus labios lisos, casi noevos, besándote cada mañana, sus 'te quiero' y sus flores del día doce. Cenas entre velas que sirven para alumbrar, previamente cocinado entre los dos. Su sexo contra el tuyo; con rostro, con nombre.

Duermes.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Finges

Finges que no me doy cuenta
que ocultas todos esos cortes,
que bajo esas mangas y pulseras los escondes
uno tras otro, tras otro, en tus muñecas,
uno tras otro, tras otro, y ya van doce.
Piensas que no, que ya todo irá bien,
que esta noche solo puedes mejorar,
pero la sangre aun corre por tus brazos
y ya estás en el baño, volviendo a vomitar.

¿Crees que no te escucho, que no escucho tus gritos?
¿Crees que no sufro, que no lloro cuando te miro,
con la puerta entrecerrada,
cómo sobre el váter vomitas las arcadas?

Mañana volverás al instituto,
nadie notará tu esfuerzo,
nadie notará los cambios,
nadie notará más que tu cara de cansancio,
tus ojeras, tus miradas, tu miedo.
Pero nadie notará a la chica

del fondo del infierno.

Cuentas las calorías de cada alimento,
cuentas los gramos, controlas tu peso,
sales a correr, una hora parece poco,
luego fueron tres, seis, y de ejercicio casi ocho.
Total, es ejercicio, a quién le puede hacer daño.

Te duele la cabeza siempre que te dicen algo,
"Mamá déjame, tú no entiendes nada"
decías, sin saber lo que dolía
una por una, cada una de tus miradas.

Y solo te das más asco

Cenas con tus padres y solo te das más asco,
y a los pocos minutos terminas en el lavabo.
La báscula te dice que has engordado,
tú te dices, no quiero más daño.

Pero piensas en el instituto, en llegar mañana,
cuando entras en la clase y recibes sus miradas,
unos instantes pasándolo mal,
y acaba en el desagüe, entre gritos y arcadas.

Guardas una botella de agua en la habitación
gota a gota, sin saberlo, bebiste tu perdición.
Tú solo querías verte más delgada,
y sin quererlo vivías la pesadilla del terror.

Por qué no puedo ser como ellas,
tener ese cuerpo, esos brazos, esas piernas,
esa tripa, ese pecho, esas manos, piensas,
y terminas acabando con otro corte en tus muñecas.

Le gritas al cielo, por qué lo haces no lo sabes,
miras al techo; a la cuchilla, como un sable,
y sin saberlo ni quererlo siempre acabas como antes.

sábado, 13 de diciembre de 2014

La chica del final

No sé ni cómo he llegado a acabar así,
No sé siquiera si quiero vivir.
Si quiero despertarme de nuevo en este mundo,
si quiero mirarme, levantarme y seguir.

Miro hacía atrás ¡Por qué! por qué
he cambiado y lo he hecho sin querer,
por qué he cambiado me grito cada día,
¡Por qué! por qué he cambiado de ser y de no ser.
 
 Vuelvo al instituto, en la clase,, miradas,
"Mira esa gorda, ella es 'la zampa-zampa;
 seguro que no deja de comer dulces y bollos
 porque el novio no la quiere ni como almohada."

En el aula, sola, la chica del final.
La de los dibujos y las libretas,
La que si le miras siempre mira mal.
La chica que sueña con vivir lejos de ti; y lejos, de tu ciudad.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Podría

Podría decirte tantas cosas.
Podría escribir, tantas otras.
Podría hacerlas.
Podría solo pensarlas.
Podría ir, y decírtelo a la cara.
Podría quedarme aquí,
y decírtelo sin que lo escucharas.
Podría decir tantas cosas.
Podría no decir tantas otras.
Podría despedirme de ti.
Podría darte un nuevo hola.
Podría saludarte diciéndote adios.
Podría...tanto podría...

Podría pasarme las tardes mirándote
en todas esas fotos que guardamos.
Podría guardar esas fotos.
Podría tirarlas.
Podría decirte tanto.
Podría callarme tanto.
Podría quererte como nadie lo ha hecho.
Podría no quererte.
Podría dormir en mi cama.
Podría escribir sobre las calles vacías.
Podría, pero no, no podría
escribir sobre algo que no fueras tú.
Podría, pero no, no podría
vivir sin ti... y sin tu luz.

Debería poder olvidarte

Debería poder olvidarte. Poder cerrar la puerta por la que cruzaste. Dejarlo pasar. Pero no puedo. Sigo esperando a que vuelvas.
Debería poder decirte adios, igual que tú dijiste adios. Bueno, realmente no dijiste nada. Solo, te fuiste. Un día ya no estabas. Una noche, desapareciste.
Fuimos tanto, que ahora me cuesta ser lo que somos, si somos algo. Dónde estarás ahora tú, por qué calles andarás, por qué camas soñarás, o por qué lejanos e inventados paisajes te perderás.
Yo sigo soñando contigo. Sigo pensándote. Sigo abrazado a la almohada por no poder abrazarte a ti. Sigo siendo el niño al que un día destrozaste. Sigo siendo el niño que un día fue feliz, y ahora, solo un lastre.


miércoles, 12 de noviembre de 2014

Llega la noche

El día se hace noche, el sol se apaga, como la llama de un mechero, una cerilla, se consume, como mis sentimientos.
Llega la noche, aparecen las primeras estrellas, llenando el cielo, de luz, de esperanza, de dolor.
Llega la noche, se apaga el día.
Llega la noche, y llegas tú. Llegan tus recuerdos, tus cartas, tus susurros, tus te quiero al oído.
Llega la noche, y me voy yo. No puedo quedarme a escuchar, a recordar, a ver.
Y dónde me voy. Dónde puedo irme para no escuchar tu voz en mi cabeza, para no sentir tus labios en los míos, para no sentir tu mirada, y como me precipitaba a ella.
Llega la noche, y dónde voy yo. Dónde puedo ir. Dónde puedo ir sin ti. Sin el recuerdo de lo que ni si quiera fue.
Llega la noche, y con ella, las estrellas que mirábamos. Esas estrellas infinitas que jamás se acabaron.
Llega la noche, y con ella, la luna, a la que le escribo ahora, por no poder escribirte a ti.
Antes te escribía a ti. No solo que escribiese para ti, que también, sino que te escribía a ti.
Igual que un pintor plasma en su cuadro a su modelo, yo te plasmaba en mis folios con las palabras.
Tantas veces te plasmé en ellos. Tantos montones que ahora se perdieron.
Llega la noche, y me voy yo.
Empieza la noche, y termino yo.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Texto de noche

Estoy escribiendo esto desde la cama, arropado con el único calor de tu amor. Me refiero, al amor que siento por ti. El amor, pero el tuyo. Ah, bueno, tú me entiendes.

Te quería decir que esta noche no tengo inspiración para escribir y, a partir de eso, empezar a soltar palabras, frases. Derramar sentimientos. Por eso estoy aquí, escribiéndote. Aunque esté escribiendo más para mí que para ti. O tal vez todo lo que escriba sea para ti. No sé. Esto si es para ti. Es para ti. Y para mí. Para que lo lea en unas semanas y sonría como un niño por las palabras que te di. Es para nosotros. Sí, así mejor. Es un texto salido de la no-inspiración para nosotros. Mejor ¿no?
Hace frío y la luna está alta, pequeña, distante. Las estrellas la rodean. Yo también estoy rodeado de algo. De trocitos de nuestros recuerdos, creo. No lo sé bien. Saber bien, sé pocas cosas, por eso te necesito a ti. Tú sabes muchas cosas. Sabes que te quiero, por ejemplo, y te quiero mucho. Mucho más que esa luna pequeña, o esas estrellas que la arropan. Así que, solo con esto, ya sabes mucho.

Alguna vez has contado las estrellas? Yo tampoco. Son demasiadas y nunca terminaría. Pues algo así es lo que ocurre cuando me preguntan cuánto te quiero. Hazte una idea. Pero tampoco demasiado buena, que si no, pierde la gracia.

Dicen que el cielo es reflejo del agua. Pues bien, yo ya he encontrado a la luna, y las estrellas son los te quiero que te dije. Siguen pululando por el aire, como pequeños bichitos. Pequeñas luciérnagas que me alumbran y me anclan a ti.

Me gusta quererte. Me gusta llenar mis blocs con tus tonterías. Con las mías. Con las nuestras. Me gusta dormirme pensando en ti. Me hace feliz. Coger el día con más fuerza. Me gusta que me gustes.

Cada vez es más tarde. Más de noche no, ya es suficiente de noche. Ya casi podría decir que cada vez es más temprano, por la mañana. Me siento bien en este momento del día. Estoy tranquilo, en 'paz' con todo. Pero sería mejor si estuvieses aquí. Una noche sin luna no es noche. Igual que un día sin sol no es día. Pero un día sin sol al menos es algo;  una noche sin luna no es nada. Las estrellas no tendrían a qué arropar, a qué engancharse. Se caerían. La noche sin luna no es nada. Oscuridad. Nada más. Así que ven ya, luna. Ven, que es de noche, y aun sigo escribiendo esto, no sé si para ti, o para mí, o para nosotros; arropado por una manta. Y por tu amor.

jueves, 6 de noviembre de 2014

Capítulo primero:
Empezó a morir.

Capítulo segundo:
Murió, no sé en qué sonrisa, no sé en qué llanto.

Capítulo tercero:
Todo al mismo tiempo, morir y vivir.

Capítulo cuarto:
Todo en un momento, todo mágico.

Capítulo quinto:
Fin.

miércoles, 5 de noviembre de 2014

Tengo frío

Tengo frío. Mucho frío. Congelado. Muerto, tal vez.
Tal vez ya esté muerto y solo esté esperando a que llegue.
No me explico.
Tal vez ya no esté vivo, y solo espere a morir.
¿Mejor? Tal vez.
El sonido de sus notas, de su voz, de sus gritos, sus susurros, las cuerdas de su guitarra, de su garganta, las teclas frías negras, y blancas, de su piano; desgarran mi alma. Me dicen te quiero y te odio. Les digo te quiero, y les digo, te odio.
Quizá solo este esperando, haciéndome viejo cada día, esperando a la muerte en vida.
Vivo muerto, o muero viviendo.

domingo, 2 de noviembre de 2014

Caigo.
No sé muy bien a dónde caigo.
Pero caigo.
Sigo cayendo.

Tal vez me precipite a vivir, a la vida, a ver pasar el tiempo tras una cortina, o a surcarlo en un bote salvavidas.
Tal vez me precipite a morir. Cada día un día más viejo. Cada día un día más muerto.

Me miraste


Una vez me miraste y no lo volviste a hacer.
Me miraste, como nunca nadie lo hizo.
Me miraste, y me viste.
Viste cómo era.
Viste cómo fui.
Me miraste, y te fuiste.
Tal vez te asustaras.
Tal vez.
Me miraste, y no me volviste a ver.

viernes, 31 de octubre de 2014

El mar, el cielo y tu techo

Ves el horizonte, y está lejos. Avanzas hacia él, y sigue igual de lejos. Tienes todas tus metas en él, pero siguen alejándose, junto a ti.

Te sumerjes en el mar. El sol se transforma en una masa de luz, sobre el agua, las nubes se difuminan y el cielo deja de ser cielo, para que el agua comience a ser todo. El agua eres tú, y tú ya no eres siquiera agua. Viéndolo todo así, te cuestionas tantas cosas. Tu vida pasa por tu mente en un momento. Piensas qué haces aquí. No en el mar, sino aquí. Quién eres. Y qué te ha hecho como eres. A dónde vas. Qué camino estás tomando.
Acaso todo lo vivido ha valido la pena? Acaso todos esos momentos buenos compensan todos esos momentos malos? Te preguntas y no hayas respuesta alguna. Quizá es que no quieras encontrarla, por tu bien. Quizá todo está bien como está, y no hace falta pensar.


Te tumbas en el césped, admiras un cielo repleto de estrellas, lleno de su gigantesca luna blanca. Te sientes pequeño. Realmente sientes que todo es demasiado pequeño, aunque tú, bajo ese azul tremendamente oscuro, te sientes un poco más diminuto. Poco te queda por hacer, y nada que quieras. Dejaste de querer con la última lágrima que derramaste. Tras eso, nada. Solo un vacío infinito que recorre tus venas, tu cuerpo, tu alma podrida, si aun te queda de eso. No piensas que te quede, qué vas a tener tú alma. Qué vas a tener tú nada.


Te metes en la cama, te enfundas bajo e colchón, recoges tus rodillas, tus tobillos, y te presionas contra ti mismo. Tienes frío, mucho frío, y ya no sabes qué hacer. La habitación está negra. No puedes ver las paredes, ni la silla, ni la mesa, ni el montón de hojas rotas y escritas, todas, sobre ella. Ya no quedan hojas por escribir. Ya no quedan hojas que manchar con tus emociones raramente venideras. Ya no quedan libretas por llenar. Ya no hay unos ojos a los que mirar, ni siquiera a los del espejo. Ya no quedan espejos en tu casa, no te quieres volver a ver. No es porque te odies, no crees tener ya, la fuerza necesaria para odiarte. Aun así, miras el techo, te preguntas qué hará el vecino de arriba, o el de abajo. Te preguntas qué hará la humanidad. Qué hizo antes de ti. Qué hizo durante ti. Qué hará después de ti. Hay preguntas que no puedes evitar, y respuestas que no tardan en llegar.

Te despiertas sangrando, aun, por los brazos. Por las piernas. Por el torso y la espalda. Por el rostro. Las manos manchadas buscan la manta, tu lengua ensangrentada busca pronunciar tu nombre, tus pies buscan desaparecer, y terminas desapareciendo.

martes, 28 de octubre de 2014

No sé de qué hablar, qué contar



No sé de qué hablar, no sé de qué escribir.
Quiero escribir sobre todo,
Pero no tengo tiempo.
Quiero escribir sobre ti,
Y sobre mí.
Quiero escribir, y contar, tantas cosas;
Tal vez solo quiera escribir.
Tal vez no quiera contar nada,
Tal vez.
Quizá sea así de raro.
Quizá esté loco
Por querer plasmar unas ideas
Sin conocerlas aun siquiera.
Tal vez escriba para conocerlas,
Para conocerme.
O tal vez escriba para desgarrar
Las palabras, o las hojas,
O mi alma.
A lo mejor solo escribo
Para llenar las hojas.
A lo mejor solo es eso.
Qué sabré yo sobre mí
Si eso es lo que estoy intentando descubrir
Ahora mismo, escribiendo.
Qué sabré yo, si no sé nada.
Si solo sé que escribo,
Y soy yo, gritándole a la nada.

martes, 21 de octubre de 2014

Merienda

Volví a pedir café para dos, muchacha, café para dos. Café para mí, café para ti, como siempre hemos hecho, y lo sirvieron. En mi mesa tenía café para dos y no sabía qué hacer con él, no sabía si conversar, discutir, hablar de qué sería el mundo ahora que estoy sin ti, porque no estás, y yo tengo café para dos. El barman me mira desde la barra, con ojos curiosos; tal vez se piense que estoy loco, por pedir café para dos, cuando soy uno solo. Pero vendrás, sé que abrirás esa puerta, algún día, y aparecerás tras ella, te sentarás frente mía, y tomaremos juntos, café para dos, muchacha, café para dos.

domingo, 19 de octubre de 2014

Podría

Podría escribirte tantas cosas esta noche,
versos perdidos en mi memoria de poesía mediocre,
versos olvidados, y rescatados del olvido,
versos sin fin alguno; sin sentido

sábado, 18 de octubre de 2014

No sé si pensar que sigues ahí,
o que no estás,
o que te fuiste,
o que esperas algo que no conozco.

No sé si pensar;
si pensar, o no pensar.

Te fuiste


Te fuiste de mi vacío. Te fuiste de mi todo. Te fuiste
y no volviste.
Te fuiste, para no volver.
Y aun te espero esas tardes de verano, y de invierno,
y de otoño y sus hojas caídas.
Y aun te espero, frente a la ventana, frente a aquellos campos
donde corríamos noches enteras,
donde nos hacíamos los felices
o los tristes,
o, qué sé yo;
donde nos hacíamos nosotros.

martes, 14 de octubre de 2014

Hablándole a la nada

Vivo hablándole a la nada,
conversando con el silencio,
jugando con el vacío,
luchando por el inexistente tiempo.
Vivo sin saber que vivo.
Vivo siendo lo que tú querrías,
o qué sabré yo,
si solo soy tu títere,
tu marioneta vacía,
tu juguete triste.

Me odio

Me odio
por ser tan fría,
por ser tan yo,
por no ser, como yo querría.

Me odio
tal vez por todo
por no ser mi todo,
y dejártelo ser a ti.

Nunca  debí
dejarte ser mi todo.
Nunca debí
hacer lo que hice,
ser como fui.

Me odio.
Por ser así.


Me odio
por ser lo contrario a ti,
por ser puro odio,
por ser, y sentir.

Me odio
tal vez, por el espejo,
tal vez, por tu mirada,
tal vez, tal vez por nada.

Me odio
sin saber por qué
o sabiéndolo, y es por todo,
y es por ser
por nacer.

Me odio.
Por ser así.

 

Me odio
y a la vez te odio.
Nos odio.
Nos odio por no ser
lo que podríamos haber
llegado a ser.


Me odio
por mirarme así
por mirarte así
por mirarles, de esta,
esa, o aquella manera.

Me odio
por andar como ando
por las calles,
por las aceras, respetando
sus sombras, sus colores.
Por andar como ando,
por la vida, y por los sueños.
Porque ya no sueño.
Ya no ando.

Me odio.
Por ser así.


Me odio
por mis pensamientos,
tal vez por mi querer
a lo que no he de querer.
Por creer, tal vez,
en lo que no he de creer.

Me odio
por sus pensamientos,
también,
por sus miradas,
también,
por sus palabras,
también.

Me odio
y aunque hable,
y diga, y espante
el por qué;
quisiera saber por qué.
Por qué he de ser
yo el que es así.
Por qué he de ser
yo el que odia,
yo, el que acomula
odio, ira,
contra un mundo que susurra,
contra un mundo, perdido,
contra un mundo, esquivo,
dictador de ultimátums,
dictador de sables, y obleas;
todo en uno,
todo mío,
y todo, al mismo tiempo,
vivo.

Me odio.
Por ser así.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Escribía

El cielo se cerraba frente a él. Las nubes, negras, oscuras, lentas... formaban densas capas que separaban el azul y las estrellas de la tierra. Ya no podría volver a conversar con la Luna, esa  mujer esbelta, siempre alta, inalcanzable, con la que quizá demasiadas veces se carteaba.
El viento era el cartero, transportaba sus palabras en sobres versados, sobres inmensos, y pequeños. Le gustaba escribirle a la Luna, a esa esfera blanca, a ese amor imposible; tal vez porque en el fondo sabía que nunca las recibía. Sus cartas. Le gustaba perderse en el mar de las incongluencias, de los sonetos, de las historias cortas, y largas.
El mar también se cerraba poco a poco. Se volvía oscuro, inmóvil, sólido, quizá. También le gustaba hablar con el mar, y con los veleros que navegan lejanos, hacia la línea del fin de los días. Se sentía identificado con él. Tan amplio, pero tan solo. Lleno de vida, y vacío. Tan incoloro, tan desagradable al sabor. Tan desconocido. Le gustaba escribirle al mar, y dejar las cartas en alargadas botellas, esperando su hundimiento, precipitándose hacia el fondo, hacia el suelo, hacia la oscuridad; donde permanecería hasta el fin de los días, para ser leída contínuamente.
Los árboles perdían sus hojas, una a una. Habían perdido su color marrón, su color verde, su color azul, o rosa, o amarillo; solo quedaba negro, un oscuro negro. Le gustaba conversar con ellos. Se sentía a salvo, tan rodeado de vida, de calor. Le escuchaban, impasibles, inamovibles, siempre en el sitio, siempre quietos... y eternos. Los árboles nunca morían, siempre dejaban otro que supliese su lugar en el bosque, o en el jardín, o en el campo. Sabían que debían estar allí, y allí seguían estando. Le gustaba escribirle a los árboles, y dejarle las cartas en sus troncos huecos, entre sus enredadas ramas y sus profundas hojas. Sus palabras, junto al folio, mutarían junto al árbol, siempre con afan de cambio, con las estaciones. Cambiarían en otoño, y en invierno y sus nevadas, y en primavera y sus flores, y en verano y su intenso calor. Cambiarían junto a la vida, y estarían vivas. Sus palabras, por fin, cobrarían vida.
Pero ya nada tenía vida. Todo yacía vacío, oscuro, tras una densa niebla negra... muerto. No había vida, no habría más palabras, más cartas, más sobres, más botellas... El mundo daba a su fin, y él fallecía junto al mundo. Los últimos rayos del poco sol que aun quedaba en pie se desvanecieron tras las nubes, se perdieron.
El acto se dio por acabado, las nubes, la niebla, la luna, las estrellas, los árboles, el mar, la señora impasible, las botellas, los bosques y el hombre que escribía saludaron a un público deshecho, formado por el olvido de las décadas, de los años que llebaba acabándose el mundo.
Volvieron a sus camerinos, uno por uno, sacudiéndose el polvo; entraron por sus puertas, desapareciendo, para escribir un día más, sobre qué fue, de lo que nunca fue nada.

martes, 30 de septiembre de 2014

Añoro


Añoro aquel primer día.
Añoro tu perfecta sonrisa,
tu mirada fija,
tu alma perdida.
Añoro aquel primer beso,
Añoro todos tus grandes sueños,
y los pequeños,
y tus celos.
Añoro todo lo que fuimos.
Añoro sentirme vivo.

Eras mi vacío.
Eras mis motivos.
Eras mis sentimientos reprimidos,
mis hábitos extintos.
Eras un cambio en mí,
con una palabra de ti.
Eras vivir,
eras sentir,
eras escribir,
cantar,
soñar,
volar,
ganar,
estar,
amar;
eras todo lo que yo nunca fui.

Te regalé un amor por cada momento
que pasamos juntos, que pasamos tiempo,
que pasamos difuntos, que pasamos eternos.
Un amor por cada corazón abierto,
por cada corazón roto,
por cada corazón incompleto.
Te regale pedacitos de mí,
pedacitos de lo que fui,
de lo que no volveré a ser,
pedacitos de mi vivir,
de mi ver.
Te regalé un todo yo,
un todo amor,
y yo me quedé con el ticket,
firmado con el dolor
de tus miradas y tu olor,
por si algún día quisieras tú descambiar
mi cariño y mi canción.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Me prometí

Me prometí no volver a soñar contigo,
no volver a llorar por ti.
Me prometí tantas cosas,
tantas, que no me dejan morir.
Ni vivir.
Ni sentir que te quiero,
o que no te quiero.
Ni dormir,
ni estar despierto;
ni estar cuerdo,
ni siquiera estar loco,
ni siquiera estar contento.

Me prometí dejarte.
Me prometí olvidarte.
Me prometí tantas cosas,
tantas...
 Me prometí no mirarte más,
no pensarte,
no hablarte.
 Me prometí alejarme
de ti, y dejar de amar,
dejar, y dejar, tantas cosas,
tantas...
Me prometí dejar el mar,
dejar la arena, dejar el cielo,
dejar la costa infinita
que me provocan los celos.
Los celos de no tenerte,
de ni siquiera querer tenerte.
Los celos de que te tendrá otro,
pero yo tampoco te quiero.
No te quiero a ti aquí,
ni me quiero a mí allí.
No quiero un nosotros,
pero tampoco un vosotros.
O qué sé yo, tal vez sí
un vosotros.
Pero lejos.
Quiero un vosotros,
con un escondido nosotros,
pero eterno.

Me gustaba

Me gustaba tu pelo oscuro, tu cabello negro;
tus ojos marrones, también oscuros, como una avellana,
tus ojos,
tu mirada,
tu nariz pequeña y chata,
y tu piel tersa. Tu piel tostada
dorada
marrón, también oscura. Y lisa.
Me enamoré de tu boca, tus labios, y tus dientes vestidos de blanco;
de tu lengua roja, y de esa carne rosa de tus labios;
de tu tripa, de tus puntos, de tu ombligo oculto,
de tu tripa,
de tus costilllas,
una a una, y de tus pechos,
y tus pezones erectos;
de tu pelvis, de tus huesos,
de tu pubis, tu vagina, tu vulva,
de tus muslos,
de tu culo,
de tus muslos;
de tus cortes y cicatrices,
de tus gemelos
y tus tibias;
de tus brazos, tus antebrazos y tus manos,
de tus dedos
y tus uñas. Esos brazos también oscuros
y las manos pequeñas;
y los dedos,
como me gustaban tus dedos
y tus brazos,
Y tu mirada, y tus labios,
y tus orejas, ocultas por el cabello
oscuro y negro.
Y tus dientes, y tu lengua;
y tu andar, y tu decir,
y tu manía,
y tu sentir,
y del esperma
de tus ojos que fecunda
mi corazón.
Y mis sentimientos.
Elena,
a qué esperas,
Elena,
si no es a matarme,
o a dañarme,
o a dejarme vivir,
sin ti.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Lágrimas de tiempo nacen en sus ojos y terminan en el mar. Son las lágrimas de sus sombras; de todas las que bailaron frente a ella, con movimientos lentos y esbeltos; de todas las que la acariciaron con sus delicadas garras.
Y cuánto le dolió.
Y cuánto disfrutó.

Imaginando el amor apersonal

Pasé mis años imaginándote. Tus ojos incoloros y tu pelo color universo. Pasé mis años imaginándote, tus besos tus caricias... Te imaginaba cerca mía, entre suspiros de efímera eternidad.
Y te conocí. No eras como pensé que serías. No eras tan buena, ni tan guapa. Las mentiras se hicieron de ti, te llevaron donde nunca pensé que acabarías. O a lo mejor siempre estuviste allí. Quizá fui yo quien imaginó de más.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Perdón

Pido perdón, por lo que hice mal y lo que hice bien.
Lo que hice y aun no hice.
Pido perdón por lo que haré, y por lo que estoy haciendo,
y no sé si lo hago mal o lo hago bien, pero dicen,
dicen que pida perdón.

Pido perdón por mis errores, mis defectos,
mis virtudes, y por todos, todos mis miedos.

Pido perdón por todo lo que cambié,
y por todo lo que dejé estar.
Por todo, en general.

Te pido perdón a ti, a nosotros,
a ellos, a mí mismo, y a todos.

Te pido perdón, sin saber lo que pasará,
sin saber si está bien,
o si está mal.

sábado, 13 de septiembre de 2014

Y qué serán los versos

Y qué serán
los versos
sino palabras en la mar
náufragas
en el tiempo
y en los espacios
blancos.

Y qué serán
los versos
sino trocitos del amor
que dan
con recelo
las tintas,
las palabras,
y sus páginas.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Tal vez los escritores sean sastres

Tal vez los escritores no seamos más que sastres de sentimientos, cosiendo las palabras una a una con tinta y creando perdidas piezas de recuerdos.

A lo mejor solo intentamos plasmar nuestras imágenes, inútilmente, página tras página. Intentamos conectar cada etapa para que tenga algún sentido, ya no para el público, ni para los lectores, ni para los modelos de nuestras extrañas telas; sino para nosotros mismos.

Hacemos que nuestra historia no se olvide, o la historia de lo que influyó en nuestra historia; egoístas, nosotros. Hacemos que, al menos, lo recuerden las hojas de papel mojadas, o sucias, o arrugadas, o quemadas; o tal vez un poco de todas ellas.

¿Y si solo buscamos encontrarnos a nosotros mismos? Quizá solo queramos encontrar el por qué de actuar de determinada manera en determinadas ocasiones. Quizá queramos encontrar el yo; saber si somos amables, o egocéntricos, o simpáticos, o generosos, o egoístas, o mentirosos...
Pienso que todos los que escribimos somos algo mentirosos. Impregnamos la mentira en la tinta sobre el folio, para engañarnos a nosotros mismos, tal vez, y creérnoslo cuando repasemos lo escrito. Para recrearnos en los falsos recuerdos de nuestros personajes, implementarnos las sensaciones de estos y recordar lo que nadie nunca recordó, la mirada del olvido.

Rumiante de recuerdos

Pobre tú, rumiante de recuerdos muertos, que necesitas revivirlos, y revivirlos, y revivirlos, para poder darlos por enterrados. Algún día podrán contigo, arderán con tu boca, tu garganta, tus entrañas; arderán con tu piel de yeso y tu pelo de fuego. Arderán con tu cuerpo entero, y desaparecerás con ellos, implosionarás. Degustarás su sabor dulce, y ácido, y agrio; sentiras su caricia caliente y gélida. Ese es el ser de santa Muerte; el dragón que calcinará tus recuerdos y tu futuro, y dejará  un presente como mucho incierto. Ya no serás más la niña que fuiste ni la mujer que serías, solo el ser del pelo de fuego que se desvanece entre las calles de la ciudad, observando a muchos y siendo vista por algunos otros, almas perdidas en su tiempo nuevo.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Qué es

Qué es la poesía, me preguntas. Poesía es escribir sobre ti; expresar tu belleza con las pocas palabras que me da mi idioma, e inventarme otras nuevas. Sería decir: "Tus calixciteos ojos lloran lágrimas de cuerpos muertos, y tu sonrisa de isciridentos dientes les dan la vida." O: "Tu cabello, red segura de mis sentimientos alados, cubren del color del universo a la chica enamorada de la plucónrida Luna."
Poesía es relatar el cuento de tu mirada, ojos de color amor marrón, y quedar olvidado en ella.
Poesía es sacar un billete que diga: "Hasta la Luna, solo ida"
Probar tus labios con sabor a eternidad, sabiendo cuan efímeros son. Rozar tu piel con la suavidad de las estrellas, del sol, o de un alma pura, e inocente.
Poesía sería decir 'Te quiero', 'Te amo' o 'Te añoro'.
Poesía serías tú, o tus besos, o nosotros.

lunes, 18 de agosto de 2014

Poema de Michael / “A paper, a person, a promise”

Este es un poema que aparece en "Las ventajas de ser un marginado". A mí me ha puesto la piel de gallina, sinceramente.

 A paper, a person, a promise

Una vez en una hoja amarilla de papel con rayas verdes
escribió un poema
y lo llamo “Chops”
porque así se llamaba su perro
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un sobresaliente
Y una estrella dorada
Y su madre lo colgó en la puerta de la cocina
y se lo leyó a sus tías
Ese fue el año en que el padre Tracy
llevó a todos los niños al zoo
Y les dejó cantar en el autobús
Y su hermana pequeña nació
con las uñas de los pies diminutas y sin pelo
Y su padre y su madre se besaban mucho
Y la niña de la vuelta le envió una
tarjeta de San Valentin firmada con una fila de X
y el tuvo que preguntarle a su padre qué significaban las X
Y su padre siempre lo arropaba en la cama por la noche
Y siempre estaba ahí para hacerlo.

Una vez en una hoja blanca de papel con rayas azules
escribió un poema
Y lo llamo “Otoño”
porque así se llamaba la estación
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un sobresaliente
y le pidió que escribiera con más claridad
y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque estaba recién pintada
Y los niños le dijeron
que el padre Tracy fumaba puros
Y dejaba colillas en los bancos de la iglesia
Y a veces las quemaduras hacían agujeros
Ese fue el año en que a su hermana le pusieron gafas
con cristales gruesos y montura negra
Y la niña de la vuelta de la esquina se rió
cuando él le pidió que fuera a ver a Papá Noel
Y los niños le dijeron por qué
su madre y su padre se besaban mucho
Y su padre nunca le arropaba en la cama por la noche
Y su padre se enfadó
cuando se lo pidió llorando.

Una vez en un papel arrancado de su cuaderno
escribió un poema
Y lo llamo “Inocencia: Una duda”
porque esa duda tenía sobre su chica
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un sobresaliente
y lo miró fijamente de forma extraña
Y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque él nunca se lo enseñó
Ese fue le año en el que murió el padre Tracy
Y olvidó cómo
era el final del credo
Y sorprendió a su hermana
fajando con uno en el porche trasero
Y su madre y su padre nunca se besaban
ni siquiera se hablaban
Y la chica de la vuelta de la esquina
llevaba demasiado maquillaje
Que le hacía toser cuando la besaba
pero la besaba de todas formas
porque tenía que hacerlo
Y a las tres de la madrugada se metió él mismo en la camamientras su padre roncaba profundamente.

Por eso en el dorso de una bolsa de papel marrón
intentó escribir otro poema
Y lo llamo “Absolutamente nada”
Porque de eso trataba todo en realidad
Y se dio a sí mismo un sobresaliente
y un corte en cada una de sus malditas muñecas
Y lo colgó en la puerta del baño
porque esta vez no creyó
que pudiera llegar a la cocina.

El poeta que no escribió un solo verso

Hay hombres poetas que nunca han escrito un solo verso.

Recuerdo un verano que pasé en Italia; en un pequeñísimo pueblo. Alquilé una habitación de una solitaria casa de costa donde vivía una pareja mayor. Él tendría setenta años, pero su melena plateada ondaba el viento como si aun fuese adolescente. Su sonrisa parecía querer escapar de su rostro, volando, bajo su poblado y largo bigote blanco. Jamás había visto a un hombre sonreír tanto.
Ella, por el contrario, tenía los movimientos lentos y la mirada, con los mismos ojos almendrados y marrones de su marido, perdida más allá de donde nadie pudiese mirar. Siempre estaba triste, añorando un pasado ya olvidado por muchos. Si prestabas atención, a veces le escuchabas decir, para sí: 'pero nunca llegó a crecer, pobre ¡pobre hijo mío!' Tras lo cual derramaba alguna lágrima.

Por la mañana bien temprano, después de que el gallo diese su primera nota (no hacía mucho la pareja había construido un gallinero a pocos metros de la casa), Gio se levantaba y nos preparaba un apetitoso desayuno. Con el tiempo yo también aprendí a despertarme con el canto del animal y así poder ayudar a mi reciente amigo.
La mañana él la solía pasar haciendo maquetas o arreglando algún mueble antiguo, mientras que ella observaba a las gallinas y las alimentaba. La tarde era en compañía; Enda se sentaba junto a su marido, mirando el horizonte, mientras este pescaba algunos peces para la cena. A veces también nos divertíamos jugando a algún juego de mesa.

Los viernes Gio invitaba a cenar a Max, un indigente de unos cuarenta años, con la piel blanca como la nieve, el pelo dorado y los ojos claros, al que la vida no le había tratado demasiado bien. Esas noches eran las mejores, Gio nos contagiaba su sonrisa y todos reíamos y bebíamos hasta altas horas, cuando nos íbamos a dormir, incluido Max, que daba gracias por un techo y una cama seca (dormía sobre un colchón en mi cuarto, pero a mí nunca me molestó).

Los días se hicieron semanas y las semanas meses, dejé de ser huésped para ser una más de la familia. Terminaron rechazándome el poco dinero que costaba la habitación, alegando que ya hacía mucho por ellos ayudándolos en las tareas.
Ampliamos el gallinero de la pareja; de esta manera se sacaban unos ingresos vendiendo huevos a los bares de la zona y con los que sobraban Enda podía hacerle tortilla de patatas a Max para el camino.

Pasé treinta meses con ellos, y de eso hace ya dos años. Aun me sigo levantando por la mañana temprano, recordando el canto del gallo, y suelo ir a pescar los domingos.
Nos carteábamos todas las semanas, mandándonos alguna foto de vez en cuando, y contándonos cómo estábamos. Hasta hace diez días.

Recibí una carta del pequeño pueblo. La caligrafía era no más que legible y las letras apenas se sostenían en línea recta. Era Max. Decía que Gio había fallecido la mañana del sábado; no consiguió desperar. Debía ser fuerte y feliz por Enda y por él, pero los años le habían terminado venciendo. A la mañana siguiente la muerte se la llevó a ella, también en su cama. De pena, decía.
Además adjuntaba una fotografía del testamento, en el que me dejaban la casa, junto con el gallinero, y a Max, los ahorros que habían guardado.

Dicen que si observas la costa mientras anochece, si observas bien, puedes ver una pareja de ancianos evadiéndose junto a la luz, sonriendo y pescando; conversando alegremente de su día a día, de las gallinas, de Max, y de un extraño huésped que, sin pretenderlo, les cambió la vida.

Hay hombres poetas que nunca han escrito un solo verso, y Gio era uno de ellos.

lunes, 11 de agosto de 2014

A veces

A veces eres niña, otras, mujer. ¿Y qué soy yo? Una mancha carmesí con la forma de tus labios. Soy la sombra oscura por el sol de nuestra relación olvidada. La sombra oscura de aquel Noviembre Dos, la sombra oscura de mis tendencias suicidas, de la vida perdida y del tiempo tachado. Sí, no me mientas, sé que has rechazado el tiempo nuestro.

A veces eres la primera estrella del firmamento, otras, la última. Las menos no apareces. Pero sonrío, porque te veo en ellas. Te veo cuando estas sonríen, cuando lloran, cuando entran por mi ventana, maestras del sigilo, implorando comida y agua.

¿Recuerdas cuando escribía?

¿Recuerdas cuando escribía?
¿Recuerdas el tiempo pasado y olvidado?
¿Recuerdas los recuerdos de aquellos días?
¿Recuerdas, amor, recuerdas mi poesía?

¿O ya la olvidaste toda?
¿O te despojaste de todo aquel amor amado?
¿O lloraste tú, en tu cama y sola?
¿O, querida mía, te ahogaste en bares de ron y vodka?

No sé qué habrás hecho en todo este tiempo.
No sé que harás allí, pero yo aquí, esperando.
No sé si volverá el día de mis recuerdos.
No sé si, solamente, todo pasará más lento.

Tal vez necesite...

Tal vez solo necesite un adios.
O un hasta nunca.
O un te quiero.

Tal vez solo necesite un poco de amor.
O que huyas.
O un beso.

Tal vez solo necesite que te vayas.
O que te quedes.
O tal vez olvidarte.

Tal vez necesite pasarme de la raya.
O escapar de tus redes.
O tal vez recordarte.

Tal vez necesite tantas cosas.
Tal vez te necesite a ti.
O me necesite a mí.
O un nosotros, y un siempre,
y un nunca; bañado en las rosas
de las trampas que me tiendes.

sábado, 2 de agosto de 2014

Dicen los cuentos olvidados que,
si algún día quisieras tú, volver
donde un día te fuiste, sin dar explicación;
te acogerán; te preguntarás por qué,
por todo lo que emanan, el amor,
la tristeza, añoranza y dolor,
de los que sí quedaron aquí,
de donde tú te fuiste, sin dar explicación.

martes, 29 de julio de 2014

Tate

El suicida se acercó a la ventana sabiendo lo que venía después.

Momentos antes su novia había estado en la casa, con él. Habían hablado de tantas cosas... Ella ya no le quería como antes, ambos lo sabían, pero seguían juntos; tal vez por no buscar a otra persona, por no quedarse solos... Él la quería, sí, pero tampoco lo hacía como antes. Los dos habían cambiado, la vida había cambiado, el entorno, la luz y las sombras. Las sombras habían podido con él, se lo habían llevado lejos, muy, muy lejos.

-¿Pero por qué? ¿Qué hemos  hecho mal para que quieras matarte? -Le preguntó Eve, algo enfadada.

-Nada, no habéis hecho nada. Nadie ha hecho nada. Simplemente, estoy cansado. -Nuestro chico tenía la mirada perdida, con la mente perdida.

-Eres un completo idiota, Tate. ¿Cómo puedes cansarte de vivir? ¿Cómo puedes cansarte de todo, con lo bonito que es? ¿Y yo qué, ya no soy nada?

Ella sabía muy bien las respuestas, lo había preguntado ya tantas veces...

Al poco tiempo cruzó la puerta, saliendo de la casa de su novio, o de lo que quedaba de él, y el suicida volvió a sus quehaceres en la ventana, mirando a través de ella, pensando.

-Solo un paso, chico. Uno y todo habrá acabado. Irás al lugar del que nadie vuelve, donde las sombras oscurecen tu mirada y el alma duerme.

Podría acabar con todo esto ahora mismo. Mañana ya no tendría que levantarme de la cama, no tendría que comer, ni que respirar. No tendría que saludar por educación ni moverme nunca más. Cuando llegue allí abajo, apenas un par de personas se darán cuenta de mi caída. Llamarán a la policia, o a la ambulancia, e iré directo a la incineradora. Pero yo seré libre, mis sombras serán libres de atormentar a otro. Solo un paso y todo habrá acabado.

Y así lo hizo. Su cuerpo cayó y cayó, desde el piso más alto del edificio, dedicado a guardar los trastos que ya nadie usa.
 Colisionó con el suelo, esparciendo sus sesos por la acera. Tate lo observaba todo desde la ventana del desván. Veía su cuerpo roto, o el recuerdo de él, como tantas veces lo había visto. Las gentes cruzaban por la calle, a través del cadáver muerto. No lo veían, no lo sentían; pero él estaba allí. Podía ver el cuerpo de un Tate sin vida.

Estaba condenado a vivir sus últimos minutos, repetidas veces, hasta el fin de la eternidad. Estaba condenado a repetir esas palabras "Seré libre", sabiendo que jamás lo sería. Se había convertido en el recuerdo de la sombra de lo que un día fue. Su castigo era recrear su peor día; el castigo por todos los pecados cometidos.



Solo quiero llegar al lugar del que nadie vuelve; donde todo está oscuro y el alma duerme.

martes, 22 de julio de 2014

Te quiero por ser tú

Te quiero.
Te quiero por ser tú.
Te quiero cercana y mía,
llámame, si quieres, egoísta,
por querer mío todo lo que tú querrías.

Escribe letras



Mi boli escribe letras en folios que no encontré.
Habrá tantos, tirados o guardados en cajones que olvidé.
Tantos papeles y tantos momentos olvidados.
Habrá papeles, y tanto, tanto tiempo desperdiciado.

Porque escribía sobre lo que iba a hacer,
No sobre lo que hacía, ni lo que hice.
Escribía en vez de lograr ser
Lo que mis sueños, en su momento, me repiten.

Escribía sobre un futuro demasiado incierto,
En vez de, por mis medios, conseguirlo yo.
Supongo que veía un imposible, que solo, con dolor,
Viviese como vivo hoy, feliz, y rodeado de mucho, mucho, amor.

Odio cuando me miras



Odio cuando me miras.
Cuando me pierdes en tus ojos
Cuando me atacas, a destajo
Sin cubrirme, sin defensa posible
Ante el amor, que a ratos
Tú me brindas, y yo recojo.

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