lunes, 18 de agosto de 2014

Poema de Michael / “A paper, a person, a promise”

Este es un poema que aparece en "Las ventajas de ser un marginado". A mí me ha puesto la piel de gallina, sinceramente.

 A paper, a person, a promise

Una vez en una hoja amarilla de papel con rayas verdes
escribió un poema
y lo llamo “Chops”
porque así se llamaba su perro
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un sobresaliente
Y una estrella dorada
Y su madre lo colgó en la puerta de la cocina
y se lo leyó a sus tías
Ese fue el año en que el padre Tracy
llevó a todos los niños al zoo
Y les dejó cantar en el autobús
Y su hermana pequeña nació
con las uñas de los pies diminutas y sin pelo
Y su padre y su madre se besaban mucho
Y la niña de la vuelta le envió una
tarjeta de San Valentin firmada con una fila de X
y el tuvo que preguntarle a su padre qué significaban las X
Y su padre siempre lo arropaba en la cama por la noche
Y siempre estaba ahí para hacerlo.

Una vez en una hoja blanca de papel con rayas azules
escribió un poema
Y lo llamo “Otoño”
porque así se llamaba la estación
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un sobresaliente
y le pidió que escribiera con más claridad
y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque estaba recién pintada
Y los niños le dijeron
que el padre Tracy fumaba puros
Y dejaba colillas en los bancos de la iglesia
Y a veces las quemaduras hacían agujeros
Ese fue el año en que a su hermana le pusieron gafas
con cristales gruesos y montura negra
Y la niña de la vuelta de la esquina se rió
cuando él le pidió que fuera a ver a Papá Noel
Y los niños le dijeron por qué
su madre y su padre se besaban mucho
Y su padre nunca le arropaba en la cama por la noche
Y su padre se enfadó
cuando se lo pidió llorando.

Una vez en un papel arrancado de su cuaderno
escribió un poema
Y lo llamo “Inocencia: Una duda”
porque esa duda tenía sobre su chica
Y de eso trataba todo
Y su profesor le dio un sobresaliente
y lo miró fijamente de forma extraña
Y su madre nunca lo colgó en la puerta de la cocina
porque él nunca se lo enseñó
Ese fue le año en el que murió el padre Tracy
Y olvidó cómo
era el final del credo
Y sorprendió a su hermana
fajando con uno en el porche trasero
Y su madre y su padre nunca se besaban
ni siquiera se hablaban
Y la chica de la vuelta de la esquina
llevaba demasiado maquillaje
Que le hacía toser cuando la besaba
pero la besaba de todas formas
porque tenía que hacerlo
Y a las tres de la madrugada se metió él mismo en la camamientras su padre roncaba profundamente.

Por eso en el dorso de una bolsa de papel marrón
intentó escribir otro poema
Y lo llamo “Absolutamente nada”
Porque de eso trataba todo en realidad
Y se dio a sí mismo un sobresaliente
y un corte en cada una de sus malditas muñecas
Y lo colgó en la puerta del baño
porque esta vez no creyó
que pudiera llegar a la cocina.

El poeta que no escribió un solo verso

Hay hombres poetas que nunca han escrito un solo verso.

Recuerdo un verano que pasé en Italia; en un pequeñísimo pueblo. Alquilé una habitación de una solitaria casa de costa donde vivía una pareja mayor. Él tendría setenta años, pero su melena plateada ondaba el viento como si aun fuese adolescente. Su sonrisa parecía querer escapar de su rostro, volando, bajo su poblado y largo bigote blanco. Jamás había visto a un hombre sonreír tanto.
Ella, por el contrario, tenía los movimientos lentos y la mirada, con los mismos ojos almendrados y marrones de su marido, perdida más allá de donde nadie pudiese mirar. Siempre estaba triste, añorando un pasado ya olvidado por muchos. Si prestabas atención, a veces le escuchabas decir, para sí: 'pero nunca llegó a crecer, pobre ¡pobre hijo mío!' Tras lo cual derramaba alguna lágrima.

Por la mañana bien temprano, después de que el gallo diese su primera nota (no hacía mucho la pareja había construido un gallinero a pocos metros de la casa), Gio se levantaba y nos preparaba un apetitoso desayuno. Con el tiempo yo también aprendí a despertarme con el canto del animal y así poder ayudar a mi reciente amigo.
La mañana él la solía pasar haciendo maquetas o arreglando algún mueble antiguo, mientras que ella observaba a las gallinas y las alimentaba. La tarde era en compañía; Enda se sentaba junto a su marido, mirando el horizonte, mientras este pescaba algunos peces para la cena. A veces también nos divertíamos jugando a algún juego de mesa.

Los viernes Gio invitaba a cenar a Max, un indigente de unos cuarenta años, con la piel blanca como la nieve, el pelo dorado y los ojos claros, al que la vida no le había tratado demasiado bien. Esas noches eran las mejores, Gio nos contagiaba su sonrisa y todos reíamos y bebíamos hasta altas horas, cuando nos íbamos a dormir, incluido Max, que daba gracias por un techo y una cama seca (dormía sobre un colchón en mi cuarto, pero a mí nunca me molestó).

Los días se hicieron semanas y las semanas meses, dejé de ser huésped para ser una más de la familia. Terminaron rechazándome el poco dinero que costaba la habitación, alegando que ya hacía mucho por ellos ayudándolos en las tareas.
Ampliamos el gallinero de la pareja; de esta manera se sacaban unos ingresos vendiendo huevos a los bares de la zona y con los que sobraban Enda podía hacerle tortilla de patatas a Max para el camino.

Pasé treinta meses con ellos, y de eso hace ya dos años. Aun me sigo levantando por la mañana temprano, recordando el canto del gallo, y suelo ir a pescar los domingos.
Nos carteábamos todas las semanas, mandándonos alguna foto de vez en cuando, y contándonos cómo estábamos. Hasta hace diez días.

Recibí una carta del pequeño pueblo. La caligrafía era no más que legible y las letras apenas se sostenían en línea recta. Era Max. Decía que Gio había fallecido la mañana del sábado; no consiguió desperar. Debía ser fuerte y feliz por Enda y por él, pero los años le habían terminado venciendo. A la mañana siguiente la muerte se la llevó a ella, también en su cama. De pena, decía.
Además adjuntaba una fotografía del testamento, en el que me dejaban la casa, junto con el gallinero, y a Max, los ahorros que habían guardado.

Dicen que si observas la costa mientras anochece, si observas bien, puedes ver una pareja de ancianos evadiéndose junto a la luz, sonriendo y pescando; conversando alegremente de su día a día, de las gallinas, de Max, y de un extraño huésped que, sin pretenderlo, les cambió la vida.

Hay hombres poetas que nunca han escrito un solo verso, y Gio era uno de ellos.

lunes, 11 de agosto de 2014

A veces

A veces eres niña, otras, mujer. ¿Y qué soy yo? Una mancha carmesí con la forma de tus labios. Soy la sombra oscura por el sol de nuestra relación olvidada. La sombra oscura de aquel Noviembre Dos, la sombra oscura de mis tendencias suicidas, de la vida perdida y del tiempo tachado. Sí, no me mientas, sé que has rechazado el tiempo nuestro.

A veces eres la primera estrella del firmamento, otras, la última. Las menos no apareces. Pero sonrío, porque te veo en ellas. Te veo cuando estas sonríen, cuando lloran, cuando entran por mi ventana, maestras del sigilo, implorando comida y agua.

¿Recuerdas cuando escribía?

¿Recuerdas cuando escribía?
¿Recuerdas el tiempo pasado y olvidado?
¿Recuerdas los recuerdos de aquellos días?
¿Recuerdas, amor, recuerdas mi poesía?

¿O ya la olvidaste toda?
¿O te despojaste de todo aquel amor amado?
¿O lloraste tú, en tu cama y sola?
¿O, querida mía, te ahogaste en bares de ron y vodka?

No sé qué habrás hecho en todo este tiempo.
No sé que harás allí, pero yo aquí, esperando.
No sé si volverá el día de mis recuerdos.
No sé si, solamente, todo pasará más lento.

Tal vez necesite...

Tal vez solo necesite un adios.
O un hasta nunca.
O un te quiero.

Tal vez solo necesite un poco de amor.
O que huyas.
O un beso.

Tal vez solo necesite que te vayas.
O que te quedes.
O tal vez olvidarte.

Tal vez necesite pasarme de la raya.
O escapar de tus redes.
O tal vez recordarte.

Tal vez necesite tantas cosas.
Tal vez te necesite a ti.
O me necesite a mí.
O un nosotros, y un siempre,
y un nunca; bañado en las rosas
de las trampas que me tiendes.

sábado, 2 de agosto de 2014

Dicen los cuentos olvidados que,
si algún día quisieras tú, volver
donde un día te fuiste, sin dar explicación;
te acogerán; te preguntarás por qué,
por todo lo que emanan, el amor,
la tristeza, añoranza y dolor,
de los que sí quedaron aquí,
de donde tú te fuiste, sin dar explicación.

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