jueves, 29 de mayo de 2014

Y sé que no estás

No estás, sé que ya no estás.
Te fuiste sin decir adiós.
Te fuiste para no volver.
Te fuiste, sin regresar.
Perdona si no amé, si no supe amar
lo suficientemente bien.
Perdona por lo que hice y no debí hacer,
por lo que no hice y debí hacer.
Perdona mis disculpas,
inútiles, decías;
irremediablemente insulsas.

Pero ahora he de decir yo
lo que no dijiste, nuestro adios.
Me iré, de donde ya no quedaba nada.
Dejando el vacío vacío
y la nada en nada.
Me iré del lugar perdido
buscando un nuevo lugar perdido.
Caminaré, recto,
mirando atrás, algunas veces,
en busca de crear el destino
nuevo,
extinto.

Busco el gesto que me haga pensar...

Busco el gesto que me haga pensar que no hablas en serio.
Busco ese brillo en la mirada que me transmita tu inseguridad.
Busco algo en tu rostro, algo que me diga que no te vas.
Busco tus palabras, tus frases, tus tonos.
Busco, por buscar, aquello que pare el tiempo.

No te vayas, no me dejes, no me hagas esto sin saber qué he hecho.
Sin saber qué hice, ni qué haré.
Recuerda los recuerdos y siente los sentimientos
olvidados en el tiempo,
y el amor que quedó atrás.

El chico del jardín

Le gusta tumbarse en el jardín a mirar las estrellas.
Cuando no tiene nada que hacer las cuenta, pero siempre se pierde. Algún día las contará todas, de eso estaba seguro, algún día.
Hoy tiene algo mejor que hacer, arranca briznas de hierba con la mano derecha y con el otro brazo las amontona en el lado opuesto. Era entretenido.
La noche transcurre y él sigue ahí, durante horas. Cierra los ojos lentamente, como si no quisiese, y termina por quedarse dormido.
Despierta cuando sale el sol, con el sonido de los pájaros y las persianas de las urbanizaciones al subir. En ese momenta empieza a contar nubes y a buscarles formas. Algunas veces, en cambio, arranza briznas de hierba con la mano izquierda y las amontona cuidadosamente a su derecha.
Una, Dos, Tres,...

El hombre sin nombre

Le hacían llamar
el hombre sin nombre,
sin identidad.
El  hombre sin nombre camina solo por las calles de nuestra ciudad, aquellas calles oscuras que no se suelen frecuentar por miedo a las malas compañías que allí uno se encuentra. Pero el hombre sin nombre no tiene miedo, él es grande y fuerte, y en las calles oscuras intimida a la luz, que huye de él buscando un lugar seguro.
Es un hombre, dicen, perdido en el tiempo.
Es un hombre.

Los sentimientos ardían lentamente en su interior

Recuerdos, folios repletos de tinta tirados a la chimenea. Ardían, uno a uno y todos al mismo tiempo. Ardían.
Ardían como hojas, como recuerdos de un alma acabada.
Ardían, dejando cenizas de fuero interno.
Todo acabó, desvaneciéndose el fuego, las hojas y los recuerdos. Todo acabó, dejando, apenas, unas cenizas.
Todo acabó, la chimenea y su vida; su alma yacía extinta en el humo desprendido.
El mundo dejó de existir, y el fuego, y las hojas, y los recuerdos, y la ceniza, y la chimenea, y el alma, y el humo. Y los sentimientos.
Él mismo dejó de sentir. Dejó de sentir por haber sentido demasiado. Dejó de sentir...No tenía sentido seguir con las mentiras del pasado, y del presente.
Y del futuro que aun no olvidamos.
Dejó de sentir, de recordar, de pensar y de vivir. Dejó de actuar para dedicarse a respirar. Algunas veces comía, en sus ratos libres, cuando la respiración no le era demasiado incordio. Algunas veces, dormía, cuando los párpados se lo pedían y actuaban por sí mismos. Algunas veces, hablaba; solo, siempre solo.

martes, 27 de mayo de 2014

La noche no acaba

La noche no acaba,
y yo continúo aquí,
esperándote,
sobre la cama.

La noche no acaba,
y las fotos de los sentimientos
en las que salimos nosotros,
los dos,
perduran en el presente
del alguien que te espera.

La noche no acaba,
y los recuerdos
atacan
mi castillo lejano y fortaleza,
que es mi memoria,
perdida
y estancada.

domingo, 25 de mayo de 2014

El asesino de la madurez

Sentí el dulce olor del cadáver a mis pies.
Ejecuté el amor llevado a su más profundo sentimiento.
Yo conocía las luces y oscuridades del verbo último. Conocía y sentía, y era la única persona que lo alcanzaba; nadie me comprendió nunca.
Pero ella lo supo, comprendió junto a mí, y me pidió que la asesinase, me pidió que le librase de la aberración de la vida. No explícitamente, por supuesto. En el amor las cosas no funcionan así. No hizo falta que ella lo dijese mediante el uso de la palabra para que supiese lo que quería. Quería morir.
Al principio me costó comprenderlo. Me tenía a mí, lo demás no importaba. Pero poco a poco fui dándome cuenta de lo que realmente significaba para ella morir a mis manos. De esa manera pude demostrar lo que realmente la amaba, pude demostrar que el uso de mu amor llegaba más allá del de cualquier otro ser humano. Y así fue.

Estábamos los dos sentados en el bosque, escuchando el sonido de las hojas al caer de los árboles. Ella me miró y sonrió y en ese momento lo supe. Sabía que el amor era mutuo y que el verbo quedaría en singular, como debía ser. Sabía que no podíamos desproveernos el uno al otro de la vida al mismo tiempo y por eso mismo, por el amor que ella me producía, quería hacerle el favor, quería que ella fuese feliz en otro lugar aunque esto me produjese una vida de dolor.
Así pues, tras su mirada, coloqué dócilmente las manos sobre su cuello. Era un cuello precioso, único, si puede decirse. Esbelto, de cisne, de esos que llaman al estrangulamiento. No habría hecho uso de esta técnica de matar si hubiese tenido un cuello horrendo, si hubiese sido un cuello encajado entre los hombros. Pero no lo era, era largo, frágil y flexible.
Por dónde iba...sí... Coloqué mis manos alrededor de su articulación y la presioné débilmente, al principio. La hice tumbarse de espaldas, con la mirada al cielo, respirando el infinito aire que cruzaba su nariz. Ella sonrió de nuevo, es más, nunca dejó de hacerlo. Los tendones y cartílagos cedieron y la horrible escena finalizó con un ligero *crac*.
Sus ojos quedaron abiertos, fijos en un lugar tras su cabeza que yo no podía ver. La expresión de su rostro era de felicidad, y de amor.  Era una expresión tierna, como de una niña pequeña, de esas que corretean de un lado a otro sin preocupaciones.
Me reí. Comprendí que el amor verdadero no puede durar eternamente. Comprendí que he sido el único hombre con la servilidad suficiente como para despojarla del dolor continuo que produce la vida.  Estoy orgulloso de ese día.

Después de contarle mis recuerdos, ¿no ha cambiado de opinión? ¿No piensa ahora que soy una bellísima persona? Yo, por mi parte, así lo creo, y oído lo dicho, me considero el único ser cuerdo en este mundo. Podría decir que usted es el humano de mala fe, ya que le obliga a su esposa a vivir un sufrimiento y a sufrir una vida, sin ofrecerle siquiera la opción al cambio. Pero no lo hago, no me meto en vuestras vidas, haced lo que queráis, sucios, pero ni se os ocurra clamar que yo no amé y que yo no amo.  Ni se os ocurra clamar que soy un asesino como cualquier otro. Los asesinos matan por arrebatarle algo a alguien, yo lo hice para brindarle la posibilidad de acudir a otro plano existencial y abandonar el nuestro, repleto de enfermedad, guerra y hombres de mala fe. Yo lo hice por amor.

sábado, 24 de mayo de 2014

No sentía nada en su interior que no fuese vacío

No sentía nada en su interior que no fuese vacío.
Solo tenía vacío, y lo sentía.
Podía sentir cada ápice de esa falta de sentimiento.
Podía sentir el hueco que dejaron los recuerdos, maltratados y olvidados.
Podía sentir como iba dejando de ser persona,
y como se transformaba en algo que no quería ser.
Se estaba transformando en algo que no sentía,
en un monstruo.
Podía sentir cada pequeña mutación
y como el vacío se iba extendiendo.
Le iba comiendo por dentro
como si de un animal se tratase.
Un monstruo que crea a otro monstruo.
Solo se tienen entre sí,
el vacío al monstruo, el monstruo al vacío;
y viceversa, entre sí.

Caminaba por las calles sin pensar mucho en ello,
dando tumbos de lado a lado,
pensando en las pisadas, nada más, nada menos.
Caminaba por el simple hecho de caminar.
Caminaba sin pensar volver,
volver al sitio del que vino,
del sitio en el que está, y del sitio al que irá.
El vacío le carcomía por dentro,
pero el ya no sentía.
No podía sentir el sol salir por las mañanas.
No podía sentir el calor de la gente a su alrededor.
No podía sentir el alcohol ardiendo en su garganta.
No podía sentir como la tinta impregnaba sus folios.
No podía sentir el agua golpeándole la cara.
No podía sentir la lluvia, el mar, la ducha.
No podía sentir el placer de una buena comida.
No podía sentir, ni tiempo, ni sentimientos.

jueves, 22 de mayo de 2014

El bar

Junto a mí
un hombre
de piel de yeso
y manos nerviosas
sosteniendo
un vaso,
vacío.
Lo mira fijamente
mucho
como si el universo
se hubiese
reducido.
En un vaso
vacío.
Los demás hombres
gritan
y ríen,
y el alcohol gira;
y gime
mi vecino
por su vida y sus sucesos.
Pero no me importa.
Me importa
mi vaso
lleno
que nunca acaba,
siempre lleno.
Yo y mi vaso.
Mi vaso y yo.
Solo nosotros dos,
y yo.
Ha escuchado tanto
este pedazo
de cristal.
Han pasado tantos
tantos hombres,
han pasado tantos
tantos niños.
Todos contando su historia,
la guerra.
Sus hambrunas,
sus lloros,
 como
aun así,
siguen siendo
como todos,
refugiándose en el alcohol
que gira
nuestras mesas,
golpea
nuestros codos
y alivia
nuestras gargantas
secas.
Muy secas.

martes, 20 de mayo de 2014

Estaba yo sentado en el parque...

Estaba yo
sentado en el parque,
en un banco
negro.
Se me acerca un anciano
¡Por favor,
un cigarro!
Tenía arrugas
en las arrugas;
y era feo,
muy feo.
Estaba yo
sentado en el parque,
en un banco
negro,
y un anciano
feo.

El viejo empieza
a hablar
y hablar;
no me importaba
lo que pudiera
o no
pudiera
decir.
Dijo algo de la guerra.
La grande,
no la pequeña.
La grande guerra
que hubo
entre un hombre
sentado
en el parque,
en un banco
negro,
y un anciano
feo.
Aquí en el lugar
donde el vodka corre y corre,
beben beben borrachos,
beben beben sin cesar;
beben beben por ocultar
el presente futuro pasado
que es su vida.
Delincuentes
del propio tiempo
robado.
El hombre sin nombre acude a nosotros,
se dirige sin cuencas, dientes, ni ojos
hacia el mar del mal eterno.
Humanos de corazón roto.

domingo, 18 de mayo de 2014

La lluvia caía sobre sus mejillas, las lágrimas.
Lloraba, lloraba y no sabía por qué, solo quería llorar; llorar.
Miraba el aletear de los pájaros, y lloraba.
Miraba el ir y venir de las gentes, y lloraba.
Miraba el reloj avanzar, y lloraba.
Miraba su rostro en el espejo, y lloraba.
Miraba el techo, el suelo, las paredes, y lloraba.
Lloraba sin saber por qué.
Pero sabía que lloraba.
La tinta dejó de correr y los ojos se abrieron, como bocas.
La tinta paró, y los trabajadores cesaron.
Ya no se hizo más pan, ya no se fabricaron automóviles, ni se pescaron peces. Ya no se miró más al cielo, ya no se pidieron deseos a las estrellas, ya no hubo silencios, ni conversaciones, ya no se jugaba al pilla-pilla ni al escondite. La oscuridad se hizo eterna, y la luz, no cesó.
Los árboles dejaron de hacer flores, los perros pararon de ladrar, los salmones ya no se volvieron a molestar por subir el río. Los cubos de Rubik permanecieron deshechos y las canciones ya escritas se quedaron en letras sobre un folio, sin producir sonido alguno. Los columpios permanecían quietos, ya no soplaba el viento, ya no salía el sol, ni la luna, ya nadie lloraba, y ya nadie reía.

jueves, 15 de mayo de 2014

Niña suicida

Aquí, vuelves tú, mirando por la ventana de la horca. Ves nubes, pájaros, risas; y las escuchas.
Aquí, vuelves tú, mirando por la ventana de las heridas. Ves sangre brotar, cicatrices lloran, gritan, duelen.
Duele el pasado, los recuerdos que atormentan esas sienes tuyas.
Duele todo, y nada; los recuerdos, olvidados.
Olvidar, no sabes si quieres.
Dejarías de ser tú, eres lo que has vivido; tus dolores, tus lágrimas.
Se acaba el tiempo en tu corazón, tu cabeza cada vez late más lento; llagas que no acaban.
Las pisadas desaparecen en aquella orilla perdida, perdición que trae oculta, y tan oculta, escondida.
Te colocas tirita sobre tirita, sobre tirita, sobre tirita; intentando retener lo más posible dentro de ti.
Tirita, tras tirita, tras tirita; capa, tras capa, tras capa, ya no sabes dónde estás, no sabes dónde acaba.
Estás perdida, como la orilla, como los recuerdos, como los latidos, como la horca, las cuchillas.
Niña, estás perdida.
Niña, pequeña gran niña suicida, que vive el día que habrá ocurrido sin ocurrir, vive el suceso entre latidos sazonados y deshechos. Latidos, uno tras otro, sin saber cuál será el siguiente, sin saber cuál será el último.

lunes, 12 de mayo de 2014

Relato de un día corto (II)

Volví a llamar a su portal y volvió a abrirme la puerta. Esta vez llevaba un sencillo vestido rosa (yo siempre lo vi más anaranjado que rosa, pero sí, era rosa), y el pelo, junto con el flequillo, echado sobre el lado izquierdo. Me encantaba cuando se peinaba así, y eso ella lo sabía.
Antes de que tuviese tiempo para reaccionar me dio un beso rápido y se puso a andar, dejándome a mí a su espalda.
-¿A dónde vas? - le pregunté, algo confuso.
-Voy a dar un paseo con mi novio, ¿te vienes? - dijo, con una gran sonrisa en su rostro.
Comencé a andar tras ella, y caminamos.
Ella siempre sonreía, era una habilidad que siempre le valoré mucho. Podía estar mal, o yo podía estar mal, pero al final todos los que la rodeaban terminaban sonriendo, junto a ella.
Tenía los dientes completamente blancos, pero lo que realmente te hacía acompañarla era lo que te transmitía con la sonrisa, calentaba las entrañas porque, si uno se fiajaba, los dientes, uno a uno, decían 'aquí estoy, contigo'
Cuando cayó el sol y la luna estuvo alta nos dimos cuenta de la hora que era, se hacia tarde. Tanto caminar y tan poco tiempo, así que empezamos a desandar el camino andado y volvimos a su casa.
-Ya hablaremos, no? - pregunté, mirándola fijamente.
-¡Claro! Que yo quiero verte ya de nuevo, jopé. - Se giró y cruzó el portal, pero antes de que este se cerrase se dio la vuelta de nuevo, vino a mí y me dio un profundo beso.
-Hasta otra. - Dijo entre una sonrisa.
-Y que sea pronto. - pensé, con el sabor de sus labios aun en los míos.
Ahora sí, el portal se cerró y ella desapareció tras de él. Yo, por mi parte, me dirigí a mi casa, como siempre hice después de esos días cortos, esperando que el siguiente no se tardase en llegar.

sábado, 10 de mayo de 2014

Guarda...

Guarda una sonrisa en la recámara de ese revólver tuyo.
Guarda las tardes de verano en la playa.
Guarda las risas en eternas bolsas.
Guarda las lágrimas en pequeños frascos.
Guarda esos peinados locos tras la ducha.
Guarda las libretas en las que escribes.
Guarda los cd's de música que tanto escuchas.
Guarda las noches viendo películas.
Guarda las carreras por la orilla
Guárdalo todo en la recámara de ese revólver tuyo, y dispara.

Tú y yo

Firma aquí, donde el corazón dice "Ya no más".
Firma aquí y ya no volverá a haber un Nosotros,  no habrá más Nuestros ni más Para siempres.
Tú y yo volveremos a ser, simplemente, tú y yo.
Retomaremos el camino que perdimos para encontrarnos, seremos uny un yo caminando hacia el horizonte, separados, contrarios.
El seguirá hacia delante, sin descanso, y el yo hará lo mismo.
Así pasarán los días, los meses, los años; hasta que el horizonte del y del yo vuelva a ser el mismo de nuevo, se vuelvan a conocer y caminen de la mano. El a la izquierda y el yo a la derecha. Ahora, si uno se fija bien, puede leer tu-yo.

El tiempo pasa y pasa

El sol sale por la mañana, como siempre; y se oculta por la noche, como siempre.
La Luna aparecía al oscurecer, como siempre; y desaparece al amanecer, como siempre.
Los relojes avanzan, las manillas giran y giran, sin detenerse.
Las gentes andan, avanzan hacia delante, sin pararse.
Los almanaques corren sus hojas, una tras otra, una tras otra.
Las mareas suben y bajan; los árboles pierden sus hojas y vuelven a tenerlas; la nieve cae sobre las carreteras y las fuentes se congelan, y el calor vuelve a llegar, descongelando las fuentes y derritiendo las carreteras.

Te quiero.
En un mundo lejos de aquí, lejos del mío y lejos del tuyo.
Te quiero, en un mundo en el que el nosotros sea diferente.
En un mundo distinto, lejos de este;
en un sitio en el que seamos Tú, Yo y nuestro sino.

miércoles, 7 de mayo de 2014

Flying to the moon

Volando a la Luna yo choqué con un coche. ¿Dónde acabó el coche? ¿Y dónde acabé yo?
Tumbados en la calzada volamos a la Luna, las estrellas nos cantan y la acera acuna.
Durmiendo el negro se tornó rojo, y negro, y rojo.
Durmiendo llegó el sueño, tan grande inalcanzable nos reduce a dos cuerpos sobre la calle: una persona y un coche.
Durmiendo somos los mismos, iguales, en un sueño negro, y rojo, y negro. En un sueño eterno; yo y el coche; la calle y la acera; la Luna, y las estrellas.

domingo, 4 de mayo de 2014

Las letras de las canciones cruzaban frente a mis oídos, una tras otra, llevándose cada lágrima, una por una. Cada canción conllebaba un recuerdo con un sentimiento anexionado y las letras en sí me resultaban indiferentes.
No podía creerlo, ya hacía casi un año que todo había acabado; que ella me había dicho No y se había alejado, y yo me había alejado aun más.
Parece que todos estos meses han sido un largo sueño, una pesadilla. Que en cualquier momento voy a despertar y nada habrá ocurrido, será de nuevo julio y ahora sabría como actuar, y no iba a ser como actueé mientras dormía, pues ya sabía lo que pasaría si no. Esta vez todo sería distinto. Iba a hacer del pasado un futuro perfecto, la cogí entre mis brazos, la besé y ya no volví a despertar.

Relato de un día corto

Ese día tenía la voz ronca; había cogido un resfrío y tenía algo de alergia por el cambio de estación. Llevaba puesto unos cortos pantaloncitos de pijama a corazones y una camiseta roja de tirantes también de pijama. Había ido desde mi casa andando, una gran caminata, para pasar la tarde con ella, sin hacer nada importante, solo pasar el rato con la persona que amaba. Llamé a su puerta y me recibió como bien he dicho antes, y con una sonrisa en el rostro. Tenía el pelo poco más largo que la altura de los hombros, castaño, y unos ojos color verde botella en los que naufragabas cuando los mirabas. Y vaya mirada.
Me acogió con un beso, uno de esos besos que me hacían olvidarme de dónde estaba y, en ocasiones, hasta de quién era por unos instantes. Con uno de esos besos fugázmente eternos que me atrapan para siempre en un solo segundo, tal vez dos. Pasé dentro y me dirigí a la cocina para coger el bote de crema de cacao mientras ella llebaba el teclado eléctrico al salón. Metí el dedo un par de veces en la crema para coger sabor y, tras limpiarme las manos, empecé a tocar "Your song", de Elton John. Ella empezó a cantar y mi voz la acompañaba en las pocas estrofas que me sabía de memoria. Así nos pasamos media tarde, tocando y cantando, canción tras canción.
Tras esto fuimos a su cuarto y nos acurrucamos en su cama, no sin antes poner "Moulin rouge", una película de la que ella estaba profundamente enamorada. Así pasaron las horas y, cuando nos despertamos y nos quisimos dar cuenta, yo ya debía retornar a casa; así que nos dimos otro más de esos fugaces eternos besos ya antes comentados y salí de allí, esperando que llegase pronto la tarde siguiente.

sábado, 3 de mayo de 2014

Estoy en un jardín, sentado a la deriva de las olas del viento. Sobre el barco hecho con las entrañas de mis sentimientos surco este agitado mar, observando a las demás gentes debatirse entre las aguas a mi alrededor.
Estoy solo, solo en un barco hecho de entrañas; y no sé si soy yo, o no lo soy; todo es tan difuso...
Lo que sí sé es que soy persona, sin quererlo. O un sueño blancuzco del que no escaparé hasta morir, un sueño irremediablemente eterno; pero tan real.
La tormenta arrecia, ¡recojan velas! les digo a los marineros de mis pensamientos, colegas de tantos recuerdos creados y tantos recuerdos por crear.

viernes, 2 de mayo de 2014

La pena de muerte

Este es un tema que puede dar mucho de qué hablar.
¿Hasta qué punto puede llegar la ética y la moral del ser humano? ¿Quién es quien pone los límites de estas?
Es algo totalmente abstracto y, por ende, puede cambiar según cómo se mire. Si una persona mata a otra persona, lo justo sería que esta primera también muriese. Esto se puede aplicar a un robo, pues te devuelven lo que te quitaron, pero en lo que concierne a la vida, la muerte del individuo uno no te va a devolver nada. No se hace el trato de "Yo muero y tú mueres, en paz". No hay paz, pues el individuo uno consiguió su propósito, matar al individuo dos, pero este no consiguió nada, sino al contrario.
En mi opnión, el asesino debería sufrir más de lo que sufrió la víctima, porque sino sería imponerle el mismo destino a los dos sujetos; ambos muertos. Una cadena perpetua, con un ligero maltrato, hasta que la persona en cuestión pida la muerte, suplique para que se le arrebate la vida. Creo que sería un trato más justo, por muy poco ético que sea, por muy poco que respete los derechos humanos, ya que en cierto modo es tortura.
Cierto es que está el factor de: ¿Y si alguien inocente es considerado culpable? Eso sería horrible para quien lo sufriese; y lo podría sufrir yo, o tú, o algún compañero nuestro; pero mientras no se imponga un castigo severo no se eliminarán las malas acciones, y cuando esto ocurra y el sistema cambie junto a la sociedad, se podrá volver a reducir en cierta medida las represalias a tomar.
"Nadie se merece morir", dirá mucha gente, "por muchas cosas malas que haya podido hacer", pero la víctima tampoco lo merecía, no lo pidió; en muchos casos, ni siquiera habría hecho algo realmente malo hacia su asesino; en otros, ni siquiera lo conocían.
Creo que, aunque no totalmente, esto reduciría en cierta manera el índice de criminalidad, y con ello se salvarían muchas vidas, más de las que se pierden por inocentes condenados a este tipo de represalias. Es duro esto de matar a unos pocos para salvar a otros muchos, pero si funciona y se mira friamente, es mejor que dejar morir a unos muchos y salvar a otros pocos. Pues al fin y al cabo, al no considerar la opción y no aplicarla, se está "matando" a esos muchos.

jueves, 1 de mayo de 2014

El brillo de los últimos haces de luz se reflejaban en sus pupilas, siempre inquietas. El sol se escondía tras las montañas y nosotros mirábamos el mar oscurecerse. Era una escena bonita, escuchábamos el ruido que producían las olas y el viento sobre nuestros oídos, oíamos, a lo lejos; a la gente hablar, reír y gritar. Nuestras miradas se cruzaron un instante, proseguidas de un beso fugaz.
 Un día que nunca me hubiese gustado dejar atrás, pero que allí quedó. Guardado en los recuerdos, perdido en las hojas de un diario que nunca se leyó. Olvidado, como tantos otros que fueron y como tantos otros que vendrán.

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