jueves, 31 de octubre de 2013

Siento que no siento,
¿puedo?
No miento, pues el ser en el que me encuentro
hace tiempo
llegó a cero.
Es cierto,
cierto
que quiero
ser más de menos.
Y pienso:
¿Soy pienso
de cerdos
que con esmero
me plasman en el lienzo
mojado y seco?
Y ahora suelto
el aire que llevo
estos largos, años ciegos.

La vela.

Me encuentro en una habitación oscura. En alguna parte hay una vela apagada. Nunca alcancé las paredes del habitáculo, a pesar de que me opriman. La vela, apagada, ¿dónde estará? Llevo ya mucho tiempo buscándola, apagada. Cuando la encuentre, si lo consigo, no tendré nada con loq ue encenderla, solo la cera de la vela. Pero la encontraré, antes de que las paredes intangibles me opriman hasta la muerte. Algo inexistente.
¿Las paredes?
¿La vela?
¿El fuego?
¿Su luz?
¿Mi ser?
¿Qué es?
No debí entrar, en las calles de'sta ciudad, donde los males y la bondad deciden batallar, con tal de olvidar, olvidar el pasado atrás.

Definición resaltada.

Cabellos negros oscuridad acogedora
entre universos infinitos
que de tiempos brotan.

De profundos ojos lisos
de montaña llana exploran
flotando entre vientos mismos.

Ando por la montaña
algo desorientado y perdido,
mirando al cielo, universo inextinto,
sintiendo ligero el aire, estalla.

Rocas de blanca nieve
que entre estas aguas flotan
con ancla fuera del que tiene.

Ser brillante y roja
que de'ntre aguas sale, serpiente,
barcos de alta eslora.

Me encuentro sobre rocas saltando
por no caer en el agua que me ahoga,
lograr alcanzar esta mi costa,
sobre el ser afable y agraciado.

Ya deberías saber tú, ahora,
que me encuentro profundamente enamorado.
Sangre roja devuelta
por estas moradas,
ya os nostalgiaba
fluyendo por mis venas.

Ya llegó la sangre roja
a estos olvidados parajes,
y late, y late, y late
feliz el corazón que raíces brota.

El elfo entre torres.

Los peces saltan en el lago de agua helada, agua verde cristalina y fina de'ste torres rodeada. Un elfo libre y vivo de'ntre árbloes sale esquivo con una flecha en el corazón herido de sangre destruido. Se acerca a estas aguas con el fin de salvarse entre barcas y animales para poder escaparse de'ste desastroso desastre. Estos males del pasado le persiguen y restringenser feliz y humano en un pueblo cena-perdices.
Pobre triste insano.
En la vida, las cosas desaparecen,
se van,
y ya no vuelven,
ya no están.

Alas rotas.

Alas resguardadas, desusadas y atadas; que un día se cansan y exaltan, y rompen las cuerdas duras y blandas de la cueva que recuerdan por haber sido muertas en hilo fino cortante. Rostro sangrante entre malos nidos de pieles cortadas y ensartadas por el poder evolutivo de aquel lejano ente de antes. Humanos, rufianes, incesantes por propio sino. Insisto en aquel ser alado sin alas y sin camino que de dentro el llanto lento y presto calza zapatos subidos de cuero y fuego. Agazapárense ustedes, observadores del largo letargo de poderes desistidos. Demonios cojos en un mundo de cuerdos locos; que entre susto y susto estuvo este ser inmundo solo y solo, pensando en su logro insulso por la salida de esta vida-rima.

Pluma que viene, pluma que va.

Compañero de caminos,
mira en la lejanía,
¿ves lo que yo veo, en este nuestro sino?
¿ves lo que yo veo, en esta alma mía?
Observa las alas en este muerto mar
que acaban y rompen en esta roca sus días.
Pluma que viene, pluma que va.

El río del abismo.

Mirada entrante. Puertas hacia el oscuro abismo. Claro el río abajo, corriente fuerte y llevadera. Acércate y mira dentro, no te caigas, espera. Un poco más, un paso, de puntillas sobre la última roca. ¿No te asustas? ¡Qué vértigo! Viento en caida eterna; frena, frena... Unas hierbas sostuvieron tu caída. Pero tú quieres caer, no te asustes, no te rindas, suéltate, el río abajo benevolizará el efecto. Viento en caída eterna; frena, frena... SPLASH
Rocas pintadas en sangre seca: Una sonrisa aparece en el rostro del río claro del abismo oscuro.
¿Un sueño?...
Ave en tinta, vuela vuela, lejos en cielo, avanzando al horizonte, incansable. Vuela vuela, a través del bosque frondoso y oscuro, entre zarzas altas, grandes grandes.

El chico y la mujer.

Un niño danza calle abajo. Una vivienda a su izquierda, una ventana. Curiosidad del fin se apodera. Dentro, una señora come queso sobre un mantel amarillo. Un mono enfundado en un largo vestido rosado espera de pìe sobre la mesa de estar, mirando fijamente el reloj, quieto. Las manecillas del aparato no avanzan, no se mueven, pero el cuco suena, una y otra vez.
El pájaro pía en una habitación donde el único sonido proviene del piso de arriba. Ajena a todo, una mujer rolliza canta mientras se baña. Plic, plic, gotas saladas de un líquido transparente brotan de los ojos de la mujer, cayendo finalmente sobre la bañera, llenándola, entre eternas notas. Crash, se ha roto una ventana. Ha entrado una piedra. Una carta yace pegada a ella. La mujer la abre: <<estoy muerto>>. La radio suena, una voz infantil: <<danzo calle abajo, lentamente, entre tu música>>

Un puente.

¿Que ves, amigo? ¿Un puente?
¡Salta! No soy yo quien te detiene.
Date prisa, que ya lo tienes
aquel fin que es la muerte.

El alma del prado.

Este es el alma que galopa
a ras de los prados celestes;
recogiendo flores, y nubes,
en aquel lugar que es la mente.

Un viaje libre y sin barreras
entre las altas zarzas verdes,
por los del campo largos caminos,
seres del aire, los que siente.

El alma es feliz en un lugar
en el que nadie le atormente
inundado en olores, viento,
desea ver el tiempo detenerse.

Ya no es alma, ya no es nada,
solo longeva fuerza inerte,
ya no es, ya se fue,
al lugar del ser transparente.
Un espacio vacío,
nada, negro, esquivo;
sobre mi muerto cuerpo, un lirio,
ya no soy, ya no vivo.

El anciano escritor.

El viento silva entre ventanas rotas
afilando el lápiz con el que escribo
en un papel de leyendas-mitos
que en alcantarillas rojas desemboca.

En un banco un anciano observa
todo el mundo que rodea,
gira y gira, da vueltas
entre largas retorcidas sendas.

Mira la gente, como juega,
en este mundo que le alegra.
¿Entiendes tú ya, que es esta
la flor que alumbra y sienta?

La niebla rellena-carcasas.

No debí ver.
No debí entrar en aquella habitación oscura
que de por haber,
bastas llanuras había.

Llanuras verdes, con charcos negros,
¿qué hay en ellos? Se alumbra
y veo parásitos que con esmero
se alimentan del pobre ser que existía.

Ya caíste, desapareciste,
entre denso polvo de niebla.
La niebla se disipó
dejando solo lo que era.

Carcasa vacía y sin recuerdos
sin ser, por poner,
no era nada ni era uno;
era más, pues es menos.

La oscuridad en la humanidad.

Pasan las horas, y cae la noche
la oscuridad y el silencio reinan,
no se vislumbra siquiera un alma
en este mundo que ellos dejan.

Se levanta el polvo en la dulce atmósfera
en esta antigua Tierra nueva.
No cambiamos, seguimos iguales,
todos nosotros, la vida entera.

Un hombre

En una ciudad, lejana y nueva,
un hombre se hiergue y calza
los zapatos con los que avanza
por el camino la vida entera.
Reflexionemos sobre nuestras vidas, pensemos. ¿Qué haremos con ellas? ¿Hacia donde las llevaremos?
Haz algo, y fracasa.
Deséalo y vuelve a intentarlo.
Levántate con más ánimo.
Aprended el error y sobrepasa.

La realidad de la mano.

Una mano me agarra
en la blanca niebla
que llena este paraje, espesa
e interminablemente larga.

La mano es suave al tacto,
es firme y cuidadosa,
vamos cruzando con pasos lentos
este sucio y negro pantano.

Ya se vislumbra la ciudad
y la mano que me sujetaba
no tiene nada, no tiene brazo.

Ya se quedó la niebla atrás
y con ello la realidad imaginada
del buen acompañante humano.

jueves, 10 de octubre de 2013

La robot de vapor en pos de la magia

Ascendía en la nada blanca.
Ascendía, caía, derecha, izquierda, ¿qué era?
Tenía en el cuello la marca
de'sta máquina eterna.
Luchaba, luchaba; tantas matanzas.
Mi padre me hizo acero en peleas
para batallar a las criaturas malvadas
de'ste mundo oscuro que era
un final para la guarnición de la magia.

Reflexiones encharcadas

¿Dónde estás, pequeña ramera? Déjate encontrar, sal de las húmedas calles de'sta ciudad oscura. Sé libre cual pájaro enjaulado. Sé tú, sé yo, sé en estos parajes dejados por la mano del estado. Los charcos salpican al pisarlos, ya dejaron mis pantalones mojados. Haces ruido y gritas entre prostíbulos y bares enmugrecidos.

¿Por qué huyes, pequeña ramera? Recuerda aquel presente pasado, en el que no eras siquiera humano. ¿Lo eras, lo eres? Mira la Luna; grande en su bonanza ilustre. No, no, no he de ser yo quien te detenga. Atenta, ¿escuchas los ladridos de esta nuestra patria muerta? Son perros soldado en un mar de cangrejos. Sí, tú eres el pulpo rojo entre bastas rocas grises. Yo soy el mecanismo roto del engranaje desgranado. Yo sé quien somos. Sé tú quien somos.

Cayó el Sol ya por entre los bajos edificios desgastados. Aquellos malvados humanos que un día te insultaron, te negaron el ser tú, el pulpo rojo de largas patas recortadas al que un día....mataron.

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