sábado, 3 de agosto de 2013

Volvemos a hablar de bosques...

Era una noche de invierno en aquellas tierras lejanas. Se encontraba mi solitario compañero cruzando un frío bosque de altos árboles cuando una tanda de fuertes vientos atizó los mismos. Una bandada de pájaros salió volando, a toda prisa, huyendo de algo. Eran cuervos. Un sonido hueco se escuchó a lo lejos. Nuestro amigo entró en estado de terror por unos momentos, claro que, el paisaje no ayudaba en ninguno de los sentidos a lo contrario. Luces, una serie de luces empezaron a parpadear en la lejanía. Luces verdes, rojas, azules, blancas. La última le cegó a pesar de la distancia a la que se encontrarían. Pero él era un hombre relativamente valiente y a pesar de lo ocurrido, prosiguió su camino. Era una noche repleta de estrellas, con una luna muy, muy fina. De nuevo, un grito de inmenso dolor desgarró el frágil silencio. Según lo escuchado por mi compañero, provenía de una garganta femenina. En esos momentos, en la oscura noche, no dudó en equiparse con su machete, preparado para las posibles sorpresas. Con aire justiciero pero aún pálido y temblando fue en busca de aquel grito. No podría decir el lugar exacto desde donde se produjo el mismo, pero sí la dirección, la misma de la que provenieron aquellas extrañas luces. Un metro, 5, 10, 50, 100... Recibió un fuerte golpe en la nuca que le produjo un grandísimo dolor.
Con un sobresalto se despertó en su casa. Una pesadilla, pensó, pero tan real. Apenas habían transcurrido 5 minutos desde que creyó haber salido por la puerta.  Se dirigió al cuarto de baño y se miró al espejo. "¡Pero qué pelos llevo!" "¿Siempre he sido tan feo?" y dicho esto, soltó una fuerte carcajada. Se echó un poco de agua en la cara para despejarse, ya no tenía sueño. Volvió a mirarse en el espejo, ya un poco más decente. Era un hombre atractivo, un chico más bien, veinti pocos tenía en aquella época. En la cara predominaban dos ojos azules que contrastaban fuertemente con el pelo negro, largo, que le llegaba a estos. "Ya es hora de volver a la cama" pensó. Se giró y dio la espalda al espejo, saliendo de esta manera de la pequeña habitación. Era un chico robusto, bastante musculado con una espalda ancha. Esa noche, aparte de lo normal, también tenía un profundo moratón que se extendía desde la parte más alta de la espalda hasta la nuca, ocultando el resto su pelo. Uno bastante negro. ¿De qué sería? De todos modos él nunca lo llegó a ver, pues no solía mirarse la espalda en el espejo y en invierno siempre llebaba jerseis de cuello alto. Todo quedó en aquella extraña pesadilla que no tuvo final, una pesadilla que se perdió en el olvido de este chico. Una mujer repleta de dolor que yacía perdida en aquel bosque extraño.
 

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