viernes, 16 de agosto de 2013

Se abre una antigua ventana, salen murcielagos, sale polvo, sale suciedad, entra luz, entra un espectador.
Hay una chica vestida de princesa en cuclillas sobre el suelo, con las piernas desolladas puestas en una posición extraña. Está llorando. Con cada leve movimiento la madera del suelo emite un fuerte crujido.
El corazón de nuestro espectador se estremece, el dolor, la soledad, la tristeza eran demasiado espesas en una atmósfera a su vez recargada. Se acerca, poniéndole una mano sobre su delicado y frágil hombro. Como un enclenque pelele esta se derrumba en el suelo con un golpe hueco. Ya no hay lloros. Solo silencio. E. gira el cuerpo de la niña para mirarle a la cara.
-¿Qué le habrá ocurrido? -piensa.
Sus cuencas oculares estaban totalmente vacías. En el lugar donde debieron estar los ojos solo se distinguían dos manchas negras. La boca estaba cosida con un grueso cordón. Todo era tan difuso... Un estruendo rompió el silencio que reinaba, después de este, se despertó.
La cama estaba totalmente empapada de sudor, la luz encendida, y una chica vestida de princesa le acompañaba en el sueño.
Duerme, espectador, duerme.

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