Una única ola,
en un mar rojo,
con pedruscos blancos,
y una ola solo.
Con una costa rosada,
terminante aclarándose,
hasta unas cavernas, seguidas de dos minúsculos lagos,
extendiéndose, ensanchándose.
Y esa única ola,
un día colisiona con otra,
produciéndose el gran oleaje esperado,
entrechocando las costas entre movimientos sísmicos.
Una ola tras otra.
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