Van pasando los días, raudos, apagados.
Van pasando las noches, y sin darnos cuenta, la vida.
Todo va cesando, todo va acabando en un mundo inerte y solitario.
Las luces dejan de brillar, poco a poco; el un día alto y anaranjado sol se esconde entre las montañas, tras el horizonte, para no salir jamás; los árboles se endurecen y las flores se curvan y marchitan; la fauna deja de correr, de saltar, de gruñir, de graznar, y va muriendo sobre las rocas, lentamente; los humanos cierran los ojos, se desvanecen, se evaporan.
Toda una gran sociedad se vio destruida por el miedo, por la inseguridad, por el maltrato, por el desgaste inapropiado. Todo lo que un día fue, todo lo que un día habría podido ser, ha quedado reducido a cenizas. Solo queda negro y gris en un mundo azul, verde y rojo. Apenas queda aire respirable, y apenas nadie que lo respire.
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