Capítulo tercero: El sol hoy alumbra más
-¡Bien!
¡Por fin! ¿Menuda partidaza nos ha salido eh? –Él se había levantado de golpe
de la silla, cogiéndome por la cintura y enlazándome a su cuerpo con las
piernas, pasando mis brazos tras su cuello.
-Sí,
estamos hechos unos profesionales. –dije entre risas.
-Eso
ni lo dudes pequeña. Ahora sí, no nos vamos a tirar todo el día aquí metidos,
ya casi es la hora de comer. -Mientras lo decía me tiró en la cama, debajo
suya.
-¿No?
Jopé, yo esperaba hacer una guerra de almohadas… -hice notar que no lo decía
del todo en serio.
-¿De
verdad? –pronunció, algo decepcionado.
-Claro
que no tonto, venga, vamos. –Le volví a besar. Sé que en algún momento se
cansará.
-Va.
-Se levantó y abrió la puerta, esperando a que saliese delante suya. Me gustaba
que se comportase como un caballero, ya nadie lo hacía hoy en día.
Vivía
en un noveno, así que el ascensor tardó un poco en bajar, pero me dio la mano,
y cuando eso ocurría yo perdía la noción del tiempo. Al salir del edificio el
sol brillaba fuerte, sin una nube en el cielo.
-El
sol hoy alumbra más, ¿no crees?
-No
sé, si tú lo dices.
-¡Claro
que sí! En realidad cuando salió le advertí que era el cumpleaños de la chica
más perfecta, y que debía encenderse mucho, por eso está como está.
-Oh,
entonces, gracias Jota. ¡Y gracias Sol¡ -Le grité con las manos alrededor de la
boca, como si realmente pudiera escucharme, justo antes de soltar una larga
carcajada junto al chico que me acompañaba.
-Te
quiero. –me dijo, volviéndome a coger de la mano.
Nos
esperaba un día largo.
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