No sabía en lo que me estaba metiendo, no sabía lo que iba a
ocurrir cuando tus ojos se cruzasen con los míos por vez primera. Nunca pude
imaginar siquiera, de lejos, asemejarme, en lo que me provocarían tus ojos
marrones. En lo que aflorarían en mi interior. Como la llama efímera de mi alma
se incendió, para no cesar. Tierras mojadas de las llanuras de la paz, tu
mirada, anclaje del barco a puerto. Tus palabras, pirata del mar de mi océano.
Sin saberlo fui hundiéndome, poco a poco, en la fangosa superficie
de mis sentimientos.
Sin saberlo, sin quererlo, me convertí en un eslabón más de
la cadena de tu amor; atado por siempre al calor que me brindas día a día.
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