Capítulo quinto: El mundo gira en torno a ti
Cuando
salimos del parque, después de cenar, la noche ya había caído, pero era sábado
y aun quedaba mucha gente por las calles.
-Ha
estado bien, ¿no crees?
-¿Bien?
¿Solo bien? ¡Pero si ha sido la mejor tarde de mi vida! Jamás había montado en
algo que se moviese tan rápido.
-Eso
me alegra. Yo me lo he pasado como nunca también, pero recuérdame que nunca más
me vuelva a subir a una de esas cosas. –Esbozó una de sus mejores sonrisas.
–Pero aun queda ir a un sitio, ¿vienes?
-Claro,
¿a dónde vamos?
-Eso
es sorpresa, pero antes debemos pasar por casa para coger las bicis, que te
recuerdo que la última vez que salimos con ellas te la dejaste allí.
-Es
cierto, parece que ya hiciera una eternidad, ¿verdad?
-Sí,
es cierto. –Soltó una pequeña risa.
Tras
recoger las bicis pedaleamos hasta salir de la ciudad. Era bastante pequeña, en
relación con lo que se entiende por una ciudad, así que no nos costó mucho.
Tras algo más de una hora, y sin saber del todo dónde estábamos, Jota se paró
en seco.
-Quieta,
acércate a mí y cierra los ojos.
-¿Qué
es lo que ocurre? –Pregunté, algo confusa.
-Tú
hazlo, ya lo verás.
Se
bajó de la bici y me agarró por la cintura, controlando dónde colocaba los
pies. Después de un par de minutos llegamos a lo que parecía una zona más llana
de lo normal.
-Ahora,
ábrelos.
Desde
allí, en lo alto de una pequeña colina verde de hermosos árboles, se veía toda
la ciudad, repleta de sus luces nocturnas, con su movimiento normal a aquellas
horas. Lo más bonito era la noria, erecta sobre el suelo, iluminada por cientos
de pequeñas bombillas blancas.
-¿Qué
te parece?
-Oh,
Jota, es precioso… ¿Cómo conocías este lugar?
-Es
donde vengo muchas veces a pasar el rato, a pensar sobre las cosas, la vida,
todo. Es mi pequeño rincón.
-Es
precioso, Jota, en serio.
-Me
satisface que te guste. Ven, siéntate. –Se acopló en el suelo, dando unas
palmadas a su lado.
–Mira, ahí está mi piso. –Señaló al centro de la ciudad. Yo
apenas veía nada, pero con esfuerzo lo terminé divisando. –Y allí el
restaurante donde hemos almorzado. Tengo curiosidad por saber qué estará
haciendo nuestra anciana amiga ahora. ¿Crees que estará casada?
-No
creo que nadie pueda soportarla, no sé. –No sabía del todo qué responder, aun
estaba anodada por las vistas que tenía.
-Yo
pienso que todos tenemos a una persona especial en el mundo, con la que
encajamos perfectamente, y para siempre. Solo hace falta encontrarla. Seguro
que ella acaba de terminar de cenar y está viendo alguna película romántica en
el salón de su casa, acurrucada en el sofá, junto a su marido. Cuando la
conoces te das cuenta de que no es tan mala persona, al contrario; solo que
tiene muchos problemas, más de los que cualquiera de nosotros quisiera tener.
Yo la respeto mucho.
-Si
tú lo dices… -No estaba convencida del todo, pero sabía que él la conocía bien,
y yo apenas de verla de vez en cuando.
-Bueno,
lo que te decía. Allí está nuestra universidad…
-Pero,
cielo, ¿a dónde quieres llegar con todo esto?
-A
que, todo, todo lo que veo desde aquí, los pájaros de estos árboles, las
personas y los coches de la ciudad, la noria y sus ocupantes, la luna, sus
estrellas; todo gira en torno a ti. Eres esa energía que me permite verlo todo
como lo veo. Esa fuerza que me impulsa a seguir viviendo un día más, que me da
la oportunidad de sonreir. En todos y cada uno de los edificios y habitantes de
allí abajo veo un poquito de ti.
-Cariño,
te superas por momentos… Pero no vayas a ver demasiado de mí en otra, a ver si
te me vas a enamorar, ¿va?
En
ese momento ambos soltamos una carcajada. El día no podía ir a mejor.
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