Ha visto tantas vidas pasar ante él. Vio grandes gentes nacer, crecer y perecer; grandes batallas entre estados que crearon hambrunas y crisis, hombres poderosos en la cumbre del mundo que podían conseguir todo aquello que desearan; personas en la más absoluta pobreza, repudiados por todos, que lucharon por seguir adelante; chicos que levantaron su país por crecer demasiado pronto. Odio, venganza, crueldad, avaricia, celos, felicidad; también vio mucho de esto último.
Había observado el transcurso de los años, uno tras otro, tras otro, formando décadas, y siglos, y eones.
Lo sabía todo, pero a la vez no sabía nada. Se sentía tremendamente impotente por ello. Acudía cada mañana bien temprano, de los primeros, para seguir viendo a la humanidad actuar frente a él, con el fin de aprender lo más posible acerca de aquellos pequeños seres que llegaron al planeta azul por una serie de casualidades. Se marchaba lo más tarde posible, aunque siempre debía irse, y eso le ofuscaba. Nunca pudo ver la parte oscura, nunca supo que hacían los humanos en las noches, ¡cuánto daría él por acudir a una de esas! Había escuchado hablar de la noche de fin de año, todos celebraban grandes fiestas en sus casas y en la calle, en cambio él nunca pudo acudir a una. Cuando llegaba su hora debía dejar paso a la luna, hacerle un hueco y esconderse por el horizonte, aguardando con impaciencia lo que le deparará el día próximo.
Unos le llamaban sol, otros, no le llamaban.
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Te agradezco el cumplido
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