Cenas con tus padres y solo te das más asco,
y a los pocos minutos terminas en el lavabo.
La báscula te dice que has engordado,
tú te dices, no quiero más daño.
Pero piensas en el instituto, en llegar mañana,
cuando entras en la clase y recibes sus miradas,
unos instantes pasándolo mal,
y acaba en el desagüe, entre gritos y arcadas.
Guardas una botella de agua en la habitación
gota a gota, sin saberlo, bebiste tu perdición.
Tú solo querías verte más delgada,
y sin quererlo vivías la pesadilla del terror.
Por qué no puedo ser como ellas,
tener ese cuerpo, esos brazos, esas piernas,
esa tripa, ese pecho, esas manos, piensas,
y terminas acabando con otro corte en tus muñecas.
Le gritas al cielo, por qué lo haces no lo sabes,
miras al techo; a la cuchilla, como un sable,
y sin saberlo ni quererlo siempre acabas como antes.
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