Estoy escribiendo esto desde la cama, arropado con el único calor de tu amor. Me refiero, al amor que siento por ti. El amor, pero el tuyo. Ah, bueno, tú me entiendes.
Te quería decir que esta noche no tengo inspiración para escribir y, a partir de eso, empezar a soltar palabras, frases. Derramar sentimientos. Por eso estoy aquí, escribiéndote. Aunque esté escribiendo más para mí que para ti. O tal vez todo lo que escriba sea para ti. No sé. Esto si es para ti. Es para ti. Y para mí. Para que lo lea en unas semanas y sonría como un niño por las palabras que te di. Es para nosotros. Sí, así mejor. Es un texto salido de la no-inspiración para nosotros. Mejor ¿no?
Hace frío y la luna está alta, pequeña, distante. Las estrellas la rodean. Yo también estoy rodeado de algo. De trocitos de nuestros recuerdos, creo. No lo sé bien. Saber bien, sé pocas cosas, por eso te necesito a ti. Tú sabes muchas cosas. Sabes que te quiero, por ejemplo, y te quiero mucho. Mucho más que esa luna pequeña, o esas estrellas que la arropan. Así que, solo con esto, ya sabes mucho.
Alguna vez has contado las estrellas? Yo tampoco. Son demasiadas y nunca terminaría. Pues algo así es lo que ocurre cuando me preguntan cuánto te quiero. Hazte una idea. Pero tampoco demasiado buena, que si no, pierde la gracia.
Dicen que el cielo es reflejo del agua. Pues bien, yo ya he encontrado a la luna, y las estrellas son los te quiero que te dije. Siguen pululando por el aire, como pequeños bichitos. Pequeñas luciérnagas que me alumbran y me anclan a ti.
Me gusta quererte. Me gusta llenar mis blocs con tus tonterías. Con las mías. Con las nuestras. Me gusta dormirme pensando en ti. Me hace feliz. Coger el día con más fuerza. Me gusta que me gustes.
Cada vez es más tarde. Más de noche no, ya es suficiente de noche. Ya casi podría decir que cada vez es más temprano, por la mañana. Me siento bien en este momento del día. Estoy tranquilo, en 'paz' con todo. Pero sería mejor si estuvieses aquí. Una noche sin luna no es noche. Igual que un día sin sol no es día. Pero un día sin sol al menos es algo; una noche sin luna no es nada. Las estrellas no tendrían a qué arropar, a qué engancharse. Se caerían. La noche sin luna no es nada. Oscuridad. Nada más. Así que ven ya, luna. Ven, que es de noche, y aun sigo escribiendo esto, no sé si para ti, o para mí, o para nosotros; arropado por una manta. Y por tu amor.
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