Todos, en algún momento nos sumimos en una oscuridad negra de la que no se
puede salir nunca, solo puedes sumirte mas y mas, hasta perder de vista la salida, la luz. Entonces empiezas a
oir al duendecillo (la salvación, piensas) que te tienta al
suicidio...tienta....tienta....pero, claro, todavia es demasiado pronto,
no hay que dejarse derrotar tan facilmente.
A medida que te sumes
en la oscuridad, el duende brilla más y más, su brazo empieza a mutar,
primero empieza a hacerse más pequeño, casi plano, un parpadeo, su color va cambiando, ha adoptado una tonalidad grisácea, casi plateada, y, por extraño que parezca en este mundo de locos , el
duende ha desaparecido, solo deja una cuchilla, una cuchilla afilada e impoluta, no puedes resistirte, es demasiado
para una persona sumida en la oscuridad...es demasiado...y en un momento
de locura y tristeza extremas te encuentras con la cuchilla en la mano, la última lágrima recorriendo la suave mejilla, ya no habrá mas lloros,
ya no habrá más enfados, ya no habrá más tristeza en esos ojos...
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