lunes, 21 de abril de 2014

Él la miraba mientras ella seguía su camino.
Solo le quedaba su espalda, avanzando en la lejanía. Habían pasado tanto tiempo juntos que ya no recordaba como vivir solo.
Las lágrimas afloraron en su rostro. Todo había acabado, en un momento, y aun no sabía por qué. Dejando atrás los besos, los abrazos, ella le dio unas palmadas en la espalda mientras de sus labios salía un lejano adios. Y allí estaba, yéndose, dejándola ir. Se va, llevándose las sonrisas, llevándose las tardes cálidas frente al mar. Se va, llevándose las mañanas frías bajo las mantas de la cama. Se va, llevándose mi alma.
Se va, dejando los recuerdos de tanto tiempo pasado; espinas en un corazón roto. Se va, sin pensar volver.
Vete, pero llévate el iPod con las canciones que cantamos; vete, pero llévate la cámara con tantas fotos que nos sacamos. Vete, pero, cuando vuelvas, estaré en nuestra habitación, como siempre, con una almohada entre mis brazos y el rostro enlagrimando, esperándote. Haremos como si nada hubiese ocurrido, continuaremos el día de ayer sin pasar por el hoy, llegando a un mañana mejor.
Vete, pero cuando vuelvas, estaré aquí, esperándote, junto a ti.

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