martes, 7 de mayo de 2013

Soneto (III)

La sangre que recorre hasta el codo,
La cuchilla equilibra en la mano inerte,
pues si la chica tuviese más suerte,
bien, pues no quedaría todo rojo.

El cuello, inclinado sobre el hombro,
los brazos, caidos en muerte,
si de izquierda a derecha hacerlo hubiese,
ahora no estaría solo.

Y me dejó desolado y muerto,
pues sin ella yo no soy nada,
no por fuera, sino por dentro.

Igual que el tomate en la ensalada,
yo no soy otra cosa que eso,
un complemento que ya no es nada.

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